Por el contrario, los empleados del lugar creían en la noticia y no dejaban de comentar entre ellos sobre Abril.
—Antes, se rumoreaba que el señor Fariña estaba demorando la boda porque no estaba dispuesto a casarse con la señorita Pedrosa. Sin embargo, y para sorpresa de todos, es una persona muy atenta en privado.
—¡El señor Fariña es tan apuesto y atento! ¡Yo también quiero un novio así!
Del mismo modo, muchos comentarios similares se hicieron oír uno tras otro.
Al oír todo eso, a Abril se le contorsionó la expresión más de una vez y se clavó las uñas en las palmas de las manos antes de conseguir reprimir la furia que sentía.
—No hablen de temas irrelevantes en horas de trabajo. ¡Dedíquense a trabajar con seriedad!
Después de decir eso, miró con furia a los empleados que susurraban entre ellos y giró sobre sus talones mientras se alejaba sin mirar atrás. La verdad era que no podía soportar quedarse allí; mientras más hablaban del asunto, mayor era su ira.
Tras salir de la oficina, condujo a toda prisa hacia su casa. En la residencia Pedrosa, Gina y Santiago estaban sentados en la sala de estar y se quedaron perplejos cuando, de repente, vieron a su hija entrar de mal humor.
—¿Qué ocurre, Abril? ¿Quién te ofendió en la oficina que…?
Santiago pensó que se debía al trabajo y se disponía a darle un consejo a su hija cuanto esta lo interrumpió con brusquedad:
—Trabajo esto… trabajo aquello… ¡Solo hablas de trabajo! Si tienes tantas ganas de que a la compañía le vaya bien, ¿no deberías estar entusiasmado porque forme parte de la familia Fariña? Y si es así, ¿por qué no tienes idea de los movimientos de Luciano?
Al oír el comentario, Gina y Santiago sintieron que se les venía el mundo abajo.
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