—Sigo atendiendo a un paciente, así que volveré mucho más tarde. Vayan a jugar con la tía Magalí —les dijo a sus hijos en voz baja una vez que salió de la habitación.
Los niños estaban acostumbrados a que regresara tarde a casa, así que estuvieron de acuerdo.
Mientras tanto, dentro de la habitación, la expresión de Luciano era demasiado despectiva, ya que la ira hervía en su interior. Las imágenes del intento de Estela de tomar la mano de Roxana y el «mami» que escuchó por teléfono seguían resonando en su mente. «Por eso actúa tan indiferente con Estela; resulta que ya se casó con otra persona y tuvo otros hijos. Por eso la abandonó en aquel entonces». Miró a su hija, quien seguía de pie en el lugar y, a pesar de su evidente decepción, seguía mirando fijo hacia la puerta; esperaba que Roxana regresara. Se sintió angustiado al verla en ese estado. «¿Y qué si regresó? No quiere cuidar a su hija». La mirada del hombre era aterradoramente sombría mientras se acercaba a Estela y la tomó en brazos. La niña lo miró confundida y le jaló el cuello para indicarle que no quería que la alzara. Por supuesto que él no se dio cuenta.
—Se hace tarde, así que llevaré a Ela a casa. Llámame si el gran señor Quevedo se despierta. Pasaré otro día —dijo con indiferencia.
Antes de que Jonatan pudiera responder, él ya se había ido con Estela.
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