—Padre, madre, ¿qué están haciendo aquí? —preguntó, frunciendo el ceño.
—Tuve que arrastrar a tu padre porque estaba muy preocupada cuando me enteré de que mi pequeña desapareció esta mañana. ¿Por qué no me dijiste? —se quejó Sonia mientras revisaba a su nieta.
Luciano no sabía qué responderle.
—Ela, ven. Dile a la abuela a dónde has estado. —Sonia estaba aliviada de que Estela llegara a casa a salvo—. ¿Cómo pudiste escaparte de esa forma? Todavía eres una niña y la abuela estaba muy preocupada por ti. No vuelvas a hacerlo, ¿sí? —dijo, abrazándola.
—Puedes hablar conmigo si te sientes mal. No salgas de la casa sin decirnos. Los abuelos estaban muy preocupados por ti ¡y yo también! Si no hubieras venido a casa, hubiera salido a buscarte —repitió Abril.
Estela no reaccionó mucho al abrazo de Sonia y a la pregunta de Abril; tenía una expresión apática.
Como sabía que ese ambiente incomodaba a Estela, Luciano caminó hacia Sonia y tomó a la niña.
—Ela solo estaba en el barrio. Es una niña inteligente, así que no hay necesidad de preocuparse por ella.
Estela abrazó a Luciano del cuello y le apoyó la cabeza sobre el hombro.
Sonia estaba angustiada por su nieta.
—Debes haber desatendido a Ela porque siempre estás ocupado con el trabajo. No se hubiese sentido sola si te hubieras casado con alguien que cuide de ella y no se habría escapado si alguien estuviera aquí para cuidarla —se quejó, dándose vuelta.
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