Cuando Melisa y Bruno llegaron, el cielo ya comenzaba a oscurecer.
Bruno miró de reojo a Melisa, quien se había quitado el casco y lo colgó sin cuidado en la parte delantera de su moto, sacudiendo su melena con esa soltura tan suya. Él, que venía manejando un carro, ni siquiera podía comprender cómo habían llegado al mismo tiempo si ella había venido en motocicleta.-
La verdad era que, aunque su carro era bastante bueno, la moto de Melisa era de las más potentes. Pero lo que Bruno no sabía, es que más allá de la máquina, era la destreza de Melisa lo que marcaba la diferencia. Porque alguien sin habilidad, aunque conduzca el mejor carro, nunca podrá ir más rápido que quien sabe lo que hace.
La familia Orozco la esperaba en la sala, todos sentados en un silencio extraño, casi tenso.
Apenas Melisa cruzó el umbral, una voz poco amigable la recibió.
—¿Tú eres Melisa?
Alzó la mirada y se encontró con una mujer de unos cuarenta años, luciendo un vestido carísimo. Cada movimiento destilaba elegancia y autoridad.
Era su madre, Isidora Becerra, reconocida profesora dedicada a la investigación de la inteligencia humana. Y también la persona que la había abandonado.
Para todos en la familia Orozco, Melisa era la hija que había sido “entregada por error” al nacer, llevándola a crecer lejos de su verdadera familia. Pero nadie sabía la verdad: fue Isidora quien, incapaz de aceptar que su hija no había pasado la prueba de inteligencia, decidió dejarla en una montaña de la que, según decían, nadie regresaba.
Solo porque Melisa, de niña, no alcanzó un puntaje alto, su madre —la experta en inteligencia— no pudo soportarlo. Así que, cuando encontró a otra niña con un IQ de ciento cincuenta y un parecido físico asombroso, la llevó a casa en lugar de su hija biológica. Melisa fue abandonada y Florencia ocupó su lugar en la familia Orozco.
Melisa reprimió los recuerdos y miró a la mujer frente a ella sin mostrar ninguna emoción.
¿Qué haría Isidora si supiera que, en realidad, el día del examen la máquina falló? Que, tiempo después, Giselle le hizo una nueva prueba y arrojó un resultado de 228. ¿Se arrepentiría Isidora de lo que hizo?
—¿Así que sí eres muda? Qué desperdicio. En esta familia, todos los Orozco son unos genios, y justo vienes a salir tú, que ni hablar puedes. Seguro tampoco eres tan lista como los demás.
—¿Y de qué sirve que sea lista? Escuché que la crio una mujer que trabajaba en un club nocturno, seguro que si tiene algo de cerebro, lo usa para hacer cosas de ese ambiente, no para nada bueno.
—No entiendo por qué la abuela insiste en traerla de regreso. Florencia, aunque no sea de sangre, es excelente. No solo fue la más popular de la escuela, también quedó entre los mejores veinte del estado en el examen de ingreso universitario y ahora estudia en la Universidad Monarca Nova. Además, ha destacado en varios campos. ¿Qué puede hacer Melisa? Solo nos va a traer vergüenza.
Las críticas llenaban la sala como enjambres de abejas. Melisa los observó uno a uno, grabando sus caras y nombres en la memoria. Siempre tuvo buena memoria y reconocía a cada uno de los presentes.
Isidora, mientras tanto, escuchaba los comentarios con un gesto incómodo. Sus hijos siempre habían sido el orgullo de los Orozco, y hasta los hijos de sus cuñadas estaban bajo su supervisión, todos con buenos resultados. Solo Melisa era la excepción, la “vergüenza” que la familia se veía obligada a recibir de vuelta.

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