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Mi Hija Llama Mamá a Otra romance Capítulo 13

Junto a ellos dos, padre e hija, entró también una mujer que Candela jamás había visto.

Aquella mujer caminaba al lado de Fidel. Desde donde estaba Candela, solo podía distinguir una silueta elegante e imponente, sin lograr ver su cara, pero sí percibiendo que su presencia era cautivadora.

Entre los dos cruzaron algunas palabras. Fidel se giró para mirarla y, en su mirada, Candela notó una ternura que nunca antes había sentido dirigida hacia ella.

Daya seguía acurrucada en los brazos de Fidel.

Cuando el pequeño grupo pasó cerca, Candela, sin pensarlo, bajó la cabeza tratando de volverse invisible. No quería que la vieran.

Por suerte, no se detuvieron en el salón principal. El gerente del restaurante los condujo rápidamente hacia una sala privada.

Candela no pudo evitar mirar de reojo cómo se alejaban.

Fidel sostenía a la niña con un brazo y, con el otro, rodeaba con cariño la cintura de aquella mujer. A cualquiera le habrían parecido la imagen perfecta de una familia feliz.

Candela llevaba cinco años casada con Fidel, y nunca habían tenido un momento tan cálido como ese.

Incluso Dayana, que solía ser reservada, se mostraba entusiasta con la mujer.

¿Sería esa la candidata que la familia Arroyo le había conseguido a Fidel? ¿Acaso ya le estaban organizando citas ahora que ella acababa de hablar con su suegra sobre el divorcio?

Pero, viéndolo bien, tampoco era tan extraño. Después de todo, cuando ella se casó con Fidel, no había pasado mucho tiempo desde su último divorcio.

Al parecer, Fidel estaba bastante satisfecho con la nueva candidata.

Seguro que los trámites del divorcio quedarían listos en estos días.

Mientras antes terminaran, mejor. Así podría dejar atrás todo esto y concentrarse de lleno en preparar su examen de ingreso al doctorado.

Lo que al principio prometía ser una buena cena, en ese momento le supo a nada.

Tomó sus cosas y salió del restaurante.

...

Al llegar a casa, Candela se había mojado un poco por la lluvia. Se preparó una bebida de jengibre caliente, se dio un baño y se fue a la cama temprano.

Al despertar a la mañana siguiente, no pudo evitar el resfriado. Desde la pérdida del embarazo, su salud se había resentido demasiado.

A pesar de tomar medicina, la cabeza le palpitaba con fuerza. Sin embargo, ese día tenía una entrevista en la casa de subastas y no podía permitirse fallar.

La subasta de hace unos días había sido un logro, sí, pero era consciente de que, si quería mantenerse en ese sector, debía forjar una alianza directa con la casa de subastas.

—¡Así me gusta! —rio Antonia, tomándola del brazo y llevándola hacia el interior de la galería.

—Me dijiste por teléfono que querías unirte a mi casa de subastas y no dudé, vine corriendo solo para verte. Candela, más te vale no estar jugando, porque si me engañas, te queda claro que aquí te quedas, aunque sea a la fuerza —le soltó, medio en broma, medio en serio.

Con esas palabras, Candela sintió que por fin podía relajarse.

—Gracias, Antonia. De verdad, gracias por darme otra oportunidad.

Antonia agitó la mano, restándole importancia.

—Soy una mujer de negocios, Candela. Quien me hace ganar dinero, con ese firmo. Vi la subasta que conduciste hace unos días; sigues teniendo el talento de siempre.

Candela sonrió, sin sentirse cómoda para presumir.

—Pero, ¿no que tu esposo no quería que trabajaras? —preguntó Antonia, bajando la voz.

Antonia solo sabía que Candela había dejado de trabajar por casarse, pero ignoraba quién era su esposo.

Y es que, cuando Candela se casó con Fidel, solo hubo un acta y nada más. Nadie, salvo la familia Arroyo y la familia Salinas, sabía que ella era la esposa del presidente del Grupo Arroyo.

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