—Pues seguro ni lo sabe —contestó—. Él dijo que lo iba a arreglar, que iba a darme una respuesta a mí y al niño.
Candela frunció el entrecejo aún más, una sombra de molestia cruzó su mirada.
Dejó la copa sobre la mesa y, ya sin contenerse, levantó la voz.
—¿Y no crees que son ustedes quienes deberían darle una explicación a esa señorita? ¡¿Alguna vez pensaron en el daño que le están haciendo a esa pobre muchacha, que no tiene vela en el entierro?! ¡Están sacrificando la juventud de otra persona solo para que ustedes sean felices! ¿No les parece que eso es de lo más egoísta?
En cuanto soltó esas palabras, Candela cayó en cuenta de que tal vez se había pasado un poco.
Quizá era porque, al igual que esa mujer engañada, ella también estaba atrapada en un matrimonio sin amor, sintiendo en carne viva la empatía por quien vivía en la ignorancia.
Candela se levantó de la silla.
—Perdón, creo que ya tomé de más. Gracias por invitarme, nos vemos.
Empujó la silla y salió del departamento de Zaira casi sin mirar atrás.
...
En el balcón, Zaira observaba el horizonte. La luna, blanca y redonda, iluminaba el río tranquilo, pero debajo de esa superficie apacible, ¿quién podía adivinar las corrientes ocultas que se agitaban?
Dibujó una media sonrisa y, de un solo trago, apuró la copa de vino tinto. En su rostro impecable se podía leer una determinación inquebrantable.
No pensaba ceder ni a Fidel ni al puesto de doctorado de Verónica. ¡Todo sería suyo!
...
Candela regresó a su departamento sin poder calmarse. Por dentro, una furia sorda no dejaba de retumbarle en el pecho.
Ella no solía meterse en problemas ajenos, pero escuchar lo que Zaira decía le había tocado una fibra imposible de ignorar.
Podía imaginar, casi como si lo viviera, el momento en que esa pobre mujer descubriera la verdad. ¿Cómo no iba a perder la cabeza?
Pero bueno, injusticias había en todos lados, y gente con valores torcidos también. Más valía no enredarse en líos ajenos.
Candela decidió que lo mejor sería poner distancia con la señorita Zaira de aquí en adelante.
Se preparó un plato de pasta con salsa sencilla, cenó en silencio y luego se puso a revisar información sobre la colección del señor Gael.
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