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Mi Hija Llama Mamá a Otra romance Capítulo 5

Dayana miró instintivamente a Mireia, que estaba a un lado, y luego a su papá.

Sabía bien que a su papá no le gustaban las mentiras, pero en el camino, la señorita Mireia le había dicho que solo si hacía esto, la próxima vez su papá la llevaría de viaje con él…

Bajó la cabeza y apoyó su carita en el cuello de su papá.

—Papá, de verdad me duele mucho…

Fidel adoraba a su hija, a su consentida, y al ver que otra vez se le llenaban los ojos de lágrimas, ya no pudo fingir dureza.

—Ahorita que te ponga la pomada se te va a pasar, pero la próxima vez tienes que tener más cuidado, ¿sí?

Daya entendió que su papá ya le había creído.

Mientras se recostaba en el hombro de su papá, vio cómo Mireia le hacía discretamente una señal de pulgar arriba.

No entendía por qué, pero en el fondo no sentía nada de alegría; más bien, no dejaba de pensar en la herida que tenía Candela en el brazo.

Bueno, ni modo, si tanto le preocupa, en la noche, cuando regresen, ella misma le pondrá la pomada a Candela.

Padre e hija cenaron fuera antes de regresar a casa.

Apenas cruzaron la puerta, Dayana saltó de los brazos de su papá y subió corriendo las escaleras hacia la habitación del segundo piso.

Recordaba que Candela había dejado la pomada para quemaduras sobre el tocador.

Como era chiquita, no alcanzaba a ver lo que había sobre la mesa, así que estiró el brazo lo más que pudo para tantear.

—¡Aquí está!

Sus deditos toparon con el tubo de la pomada. Lo agarró con toda la emoción y, al hacer fuerza, pareció que algo más cayó al mismo tiempo.

Miró la alfombra, pero no vio nada fuera de lo normal. No le dio importancia y salió de la habitación dando saltitos.

Sin que ella lo notara, un anillo rodó sobre la alfombra y terminó desapareciendo bajo la cama.

Luego, bajó a toda prisa buscando por toda la casa, pero Candela no estaba por ningún lado.

—Paloma, ¿dónde está Candela?

La empleada, que estaba ocupada en las labores del hogar, le contestó:

—En cuanto usted y el señor se fueron al mediodía, la señora agarró su maleta y se fue. No nos dijo a dónde.

—¿Salió?

Daya se sorprendió.

Su papá y ella estaban en casa, pero Candela no… Eso jamás había pasado.

¿Será que sí se enojó de verdad?

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