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Mundos diferentes (cuidado con los hijos del capo) romance Capítulo 1

—¡Lorena llévame!

Le insistí por enésima vez. No tenía nada que hacer, andaba aburrida en la casa. La universidad suspendió clases como por variar y ni de fundas me iba para la finca, visitar a papá con su habitual mal genio. Desde la muerte de mamá todo cambió y no quería incrementar su nostalgia al verme, según me parezco mucho a ella… Y la verdad no quería por el momento ser la causante de un dolor para él.

—No es una fiesta para ti Vero, ya sabes cuál es el mundo en donde me muevo.

Dejó de maquillarse, se giró quedando de frente, podía verla a través del espejo del tocador. Solo tenía su ropa interior puesta de encajes como le gustaban a los clientes «según ella».

—¿Todas tus fiestas terminan mal? —Me senté en su cama.

Mi compañera de apartamento era una linda modelo que estaba siendo reconocida en el mundo de prepagos. Estudiaba Bellas Artes, aunque quién sabe cuándo la termine. Tenía un cuerpo formado por el cirujano, con un corazón muy noble, pero con mala extraña cabeza y algo débil de espíritu. Su autoestima era un tanto bipolar, aparte de que sus fracasos amorosos la devastaban. Siempre su mirada reflejaba la tristeza en esos ojos cafés, su abundante cabellera del mismo color y en esta ocasión se la dejó con su ondulado al natural. Solo la animaba el mundo artificial donde se movía. Aun así, la quería mucho, me ha mantenido lejos de su mundo, en eso ha sido muy radical.

—¡Está bien! Cuando tengas algo no tan tu mundo, ¿puedes llevarme? —Sí que andaba aburrida.

—Te lo prometo. —suspiró—. Es agradable conocer a niñas como tú.

Terminó de aplicarse remiel en su ojo derecho, luego sacó un corto y vulgar vestido de su apretujado armario. Vive comentando qué no tenía ropa, pero mis ojos veían todo lo contrario, su ropero se encontraba a punto de desbordarse.

» Me queda bien, ¿cierto?

Afirmé. Se vistió, besó mi frente, tomó las llaves de su automóvil y a los pocos segundos escuché cuando cerró la puerta del apartamento. Salí de su habitación para tirarme en el sofá, busqué los audífonos para estudiar el nuevo idioma el cual quise aprender. La semana entrante era el examen final y no quiero perderlo, Timón se acercó, recostó su pesada cabeza en mis piernas.

—¡Qué! ¿Tienes hambre?, o ¿quieres aprender mandarín?

Ladró en señal aprobatoria, me levanté, caminé a la cocina, saqué una galleta para perro. Era mi eterno y fiel compañero.

Terminé de estudiar para el examen final del semestre de idiomas; Los he tomado como una segunda carrera desde que llegué a Bogotá. Mis padres se fueron de la capital para darnos un mejor futuro, «según su concepto de vida», pero no contaron con que jamás me gustó la educación en donde vivía. Desde mis dieciséis años regresé a la capital. El pueblo era increíble, amo los animales; estudiaba veterinaria, pero compartir en este momento con mi padre… No sería lo correcto, prefiero postergarlo. Lo adoro, pero desde la ausencia de mamá éramos otras personas. Cada uno trata con su duelo, y el tema de mi madre es delicado.

No puedo quejarme, pronto termino la carrera de veterinaria, cada año aprendo un idioma nuevo, vivo con Lorena; quien era hija de la mejor amiga de mamá. Me lleva dos años, pero su vida se mantenía un tanto intensa, demasiado en comparación a la mía. Yo solo he tenido un novio. Recordé ese inocente noviazgo el cual duró algo más de un año sin trascender lo necesario. A los padres de Juan les dolió más nuestra ruptura que al mismo idiota que me puso los cuernos. Ya había olvidado aquel incidente.

La tarde fue igual a las anteriores. Preparé cena, le dejé a Lorena su plato en el horno, luego me encerré en la habitación para ver una película. Puse una vez más «Mujer Bonita», era una de mis favoritas. Y en algún momento me quedé dormida con Timón a un lado.

Desperté sin ánimos. Me molestaba no tener clases; siempre había algún motivo para protestar, y cada vez que pasa quedaba sin hacer nada. Salí a trotar, vivía cerca de la universidad. Troté por una hora con mi bello perro, era un lindo labrador café.

Al regresar a la casa, mi compañera se bajaba de un gran Vitara último modelo negro. Había dos hombres en la parte de atrás a quien no les vi el rostro por los vidrios polarizados. Lorena caminaba en zigzag, no me imagino la resaca.

El chofer tocó la bocina del auto al verme y lo fulminé con la mirada; en otras palabras, lo mandé a visitar al demonio. Esperé a Lorena en la entrada de la reja, venía sonriendo cuál reina de belleza en pasarela. Mientras mi gesto le reprochaba su vergonzoso comportamiento.

—Te dije que no era una fiesta para ti amiguita.

No podía ni sostenerse. Volví hacerle mala cara a los tipos que miraban a Lore caminar como si el piso se le moviera en vez de ayudarla, «tremendos caballeros». El hombre sentado en el puesto del copiloto me lanzó un desagradable piropo.

—¡Patrón!, ¡La otra putita se hace la digna!

Su comentario desproporcionado me sacó de casillas, ahora sí volé de mis casillas.

—¡Mire señor, a mí usted me respeta!, no me conoces y dudo que lo haga algún día.

—Déjalo, él es el Negro loco. —comentó Lorena al llegar a mi lado, dando tras pies y sonriendo.

—¡Timón, a dentro!

La ayudé a ingresar al apartamento, como pude la dejé en su cama, le quité los tacones, la cobijé con su edredón, fui a la cocina a preparar un café bien cargado para sacarla de esa resaca. Si su madre la viera, le daría un paro cardíaco y a mí un par de cachetadas por alcahueta. La desperté, la obligué a beber un poco, pero vomitó.

» Sí, qué estás, ¡vuelta nada!

—Amiga, necesito una bomba y cuando salga de la cama tener dos cervezas bien frías, así ¡finiquito la rasca!

Realizó un gesto cómico con sus manos, luego sonrió con cara de ¡ayúdame!, porque muero de manera lenta.

» Por favor, amiguitaaaa.

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