Sosteniendo la taza entre las manos, Johana se sirvió una bebida caliente.
Al escuchar a Ariel hablar de tener varios hijos, estuvo a punto de atragantarse con el trago que acababa de dar. Sintió las mejillas y hasta las orejas arderle por la tos repentina.
Dejó la taza sobre la mesa, miró a Ariel y, tras calmarse un poco, decidió cambiar de tema.
—Oye, antes platicabas muy bien con el señor Hugo, ¿por qué hoy no firmaron el contrato?
Ariel respondió con voz tranquila:
—Hubo un cambio de último momento, seguimos negociando.
—Ah, ya veo —respondió Johana, y enseguida preguntó—: ¿No has comido? Si quieres, te pido algo de comer.
—No hace falta —dijo Ariel, mirando su reloj—. Tengo otras cosas que hacer, me voy ya.
—Está bien, no te quito más tiempo.
Johana lo acompañó hasta la puerta. Después, pidió comida del restaurante y almorzó con Berta.
...
A la mañana siguiente.
Johana estaba ocupada en la oficina cuando sonó su celular.
Bajó la mirada y vio que era Maite quien llamaba.
Maite le propuso verse en la cafetería de la planta baja. Johana no tenía ganas de encontrarse con ella, pero Maite insistió:
[Joha, si no puedes bajar, entonces subo yo a buscarte.]
Al escuchar eso, Johana solo respondió:
—Bajo yo, espérame un momento.
Colgó y, aunque no le agradaba la idea, bajó.
No le gustaba que Maite la buscara en Avanzada Cibernética.
La última vez que Maite apareció por ahí, anduvo muy cerca de Ariel y, durante varios días después, los compañeros miraron a Johana con una especie de lástima. Odió esa compasión disfrazada.
Poco después, Johana empujó la puerta de cristal de la cafetería y vio a Maite saludándola desde una mesa VIP al fondo.
—Joha, por aquí —le hizo señas Maite.
Johana se acercó y se sentó. Pidió un café latte.
Cuando el mesero trajo la bebida, Johana miró a Maite con serenidad.
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