No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 136

Johana se revolvió en la cama una vez más, negándose a levantarse. Abrazó la almohada con fuerza y, poco a poco, volvió a quedarse dormida.

A un lado de la cama, Ariel estaba sentado tranquilamente en el sofá, con las piernas cruzadas y un libro en las manos. Tenía un cuerpo bien formado y un rostro tan atractivo que parecía sacado de una historieta.

El ambiente era tan sereno que daba la impresión de que Ariel no pertenecía del todo a este mundo, como si fuera un personaje de fantasía.

Sin mostrar prisa, Ariel lanzó dos miradas hacia Johana, observándola girar de un lado a otro en la cama, completamente ajena a su presencia. Cerró el libro, se levantó y caminó hacia ella.

Al llegar junto a Johana, se inclinó, le acarició la frente y preguntó con voz tranquila:

—¿Y eso que ahora andas remolona en la cama?

La repentina voz de Ariel hizo que Johana se sobresaltara. Abrió los ojos de golpe, apartó la mano de él y se sentó rápido en la cama.

Acomodó su pijama, abrochándose los botones del cuello que se habían soltado. Miró a Ariel y le preguntó en voz baja:

—¿Qué haces aquí?

Sabía que ese día era el cumpleaños del abuelo de Maite y que por la noche habría un gran festejo. Según ella, Ariel debería estar en la casa de los Carrasco a esa hora.

Ariel se sentó junto a la cama y, con una sonrisa ligera, preguntó:

—¿Acaso no puedo venir?

Johana se pasó la mano por el cabello, intentando ordenar sus pensamientos. Respondió apenas audible:

—No quise decir eso.

Seguía medio dormida, con la mente aún envuelta en niebla.

Su piel clara, los ojos todavía soñolientos, el cabello desordenado y la suavidad de la pijama de algodón hacían que Ariel recordara otros tiempos. Era como regresar a aquellos años cuando apenas eran estudiantes y aún no se casaban.

En ese entonces, cada vez que Johana despertaba, siempre tenía ese aire despistado y dulce.

Ariel no pudo evitar quedarse viéndola, hipnotizado por esa imagen. Después de un momento, levantó la mano, le sostuvo el mentón y la obligó a mirarlo, mientras su pulgar acariciaba suavemente su barbilla.

El viento afuera agitaba las hojas de los árboles, produciendo un murmullo constante.

El gesto de Ariel era tan ambiguo como el ambiente que los envolvía.

Capítulo 136 1

Capítulo 136 2

Capítulo 136 3

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