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No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 141

Del otro lado de la línea, Maite escuchó cómo Ariel llamaba “Joha” a Johana. También oyó cuando él le dijo que estaba acompañando a Johana y al abuelo a cenar. En ese momento, Maite se quedó en silencio.

Pasaron varios segundos. Finalmente, Maite preguntó con una voz suave:

—Ariel, ¿de verdad compartir una comida sencilla con Joha y su abuelo es más importante que la cena de cumpleaños de mi abuelo?

Ariel apartó la mirada de la figura decaída de Johana. No respondió a la pregunta de Maite, solo dijo con voz tranquila:

—Hablamos luego.

Sin darle tiempo a decir más, colgó el celular.

...

En la casa de los Carrasco.

Maite estaba sola en el patio, escuchando el tono de llamada que indicaba que Ariel había colgado. Poco a poco, bajó la mano derecha que sujetaba el celular, y su expresión se fue apagando.

Ariel ya no era el mismo.

Ahora Johana le importaba.

Con la mirada perdida en las flores y plantas del jardín, Maite se quedó pensativa un buen rato. Murmuró para sí:

—Ariel, si Johana es tan importante, ¿entonces yo qué? ¿En dónde quedo? ¿Y Lorena?

En ese momento, la señora Verónica salió de la casa con gesto alegre y preguntó:

—Maite, ¿ya llamaste a Ariel? ¿Ya viene? Tu abuelo sigue esperando a que llegue para empezar la cena.

Al oír la voz de su madre, Maite se recompuso de inmediato. Giró con una sonrisa y respondió como si nada pasara:

—Mamá, Ariel está ocupado con un asunto, hoy en la noche no va a poder venir. Mejor empiecen, no lo esperen.

La señora Verónica frunció el ceño:

—¿Tan ocupado está un sábado? ¿Qué puede ser tan importante?

Maite mantuvo la sonrisa:

—Mamá, con una empresa tan grande, seguro que está ocupado. Mejor entren a cenar, no hay que esperarlo.

Convencida por la explicación, la señora Verónica tomó de la mano a Maite y le dijo:

Era el tono de WhatsApp.

Ariel tomó el celular y vio el mensaje de Maite.

[Ariel, aquí ya vamos a cenar. Tú tranquilo, haz lo tuyo. Luego te mando fotos de los fuegos artificiales.]

Ariel no respondió; simplemente siguió con la sonrisa y se mantuvo atento a la partida.

Sentada al costado del tablero, Johana observaba los movimientos de ambos. No se fijó en el celular de Ariel ni intentó adivinar quién le mandaba mensajes.

Después de cenar, Johana se sentó con el abuelo a ver televisión un rato y platicaron de cosas triviales. Cuando subió a su cuarto, Ariel también subió.

Todavía no habían firmado los papeles del divorcio, así que las apariencias había que mantenerlas.

Sin embargo, apenas entraron en la habitación, el WhatsApp de Ariel volvió a sonar.

Esa noche, ya había recibido varios mensajes.

A las diez, Johana salió del baño después de ducharse y vio que Ariel había acercado la silla de su escritorio a la cama y se sentó ahí. La miró y, señalando el borde de la cama con la barbilla, le dijo con voz seria:

—Ven, siéntate. Tenemos que hablar.

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