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No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 151

El cielo empezaba a oscurecer cuando el personal del lugar entró para revisar y limpiar. Solo entonces, Johana decidió ponerse de pie y marcharse.

En el camino de regreso, una tormenta repentina sorprendió a todos. Johana mantenía las dos manos firmes en el volante, mientras su mente divagaba entre recuerdos, el trabajo y el proyecto. De repente, el teléfono que tenía a un lado comenzó a sonar.

Era una llamada de Raúl.

Ella contestó de inmediato, saludando con una sonrisa en la voz:

—Sr. Raúl.

Del otro lado, Raúl respondió:

—Joha, me contaron que ya vendiste tu patente y que encima te ascendieron a encargada del proyecto. Felicidades, de verdad.

Johana mantenía ambas manos en el volante y respondió, alegre:

—Firmé el contrato con el Sr. Hugo justo ayer. Muchas gracias por tus buenos deseos, Sr. Raúl.

Él le dijo:

—Empezar una nueva etapa en el trabajo siempre es motivo de alegría, pero tampoco te la pases solo trabajando, eh. Cuando puedas, date tiempo de convivir con la banda.

—Claro que sí—, contestó Johana.

Después de intercambiar algunas palabras más, colgó. Apenas tuvo tiempo de dejar el teléfono sobre el asiento cuando sonó de nuevo. Ahora era Noé, que también la llamaba para felicitarla.

Y así, una tras otra, recibió varias llamadas más. Todas de amigos y conocidos que querían compartir su alegría y desearle éxito.

Esa lluvia de felicitaciones le levantó el ánimo, que hasta ese momento había estado un poco apagado.

Para entonces, la tormenta afuera había cesado.

Johana, al mirar por el parabrisas, se topó con un arcoíris que se extendía al horizonte. Al verlo, no pudo evitar esbozar una sonrisa sincera.

Por un momento, sintió que la vida aún guardaba cosas bonitas para ella.

Pensando en eso, y en los buenos deseos que acababa de recibir, tomó el teléfono y marcó de nuevo a Raúl y a algunos más. Les preguntó si tenían tiempo esa noche, que quería invitarles a cenar para celebrar su “primera buena ganancia”.

Raúl y Noé, sin dudarlo ni un segundo, aceptaron la invitación.

Nada más colgar, ambos cancelaron los compromisos que ya tenían para esa noche.

Después de reservar el lugar, Johana envió un mensaje a Ariel:

[Hoy en la noche voy a invitar a todos a cenar, ¿tienes tiempo?]

La respuesta de Ariel llegó enseguida:

[Sí, sí tengo.]

Marisela, al escucharla, volvió a abrazarla, dándole unas palmadas suaves en la espalda:

—No te preocupes, aquí tienes a todos, y sobre todo me tienes a mí.

Johana asintió, agradecida. Sabía que, después de tantos años, Marisela había sido su apoyo, la amiga con la que podía contar en los peores momentos.

Terminado ese segundo abrazo, Raúl bromeó en voz alta:

—Joha, yo también quiero un abrazo.

Johana no pudo evitar reír y le respondió:

—¡Va, claro!

Pero justo cuando abrió los brazos para darle un abrazo cordial a Raúl, él vio una mirada fulminante en la puerta y de inmediato bajó los brazos.

—Mejor no, Ariel me está mirando como si quisiera matarme—, soltó Raúl, fingiendo susto.

Johana volteó en dirección a la puerta y ahí estaba Ariel, de pie, con las manos en los bolsillos del pantalón y una mirada seria que no quitaba de encima a Raúl.

Al notar la escena, Johana no pudo evitar una sonrisa divertida y saludó a Ariel con cortesía:

—Qué bueno que viniste.

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