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No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 184

Al principio de su matrimonio, Johana solía esperarlo casi todos los días de la misma manera.

Sin embargo... nunca lograba esperarlo hasta que llegara.

Con el tiempo, dejó de preparar cualquier cosa para él.

Cuando fue a la cocina y tomó el cuchillo y el tenedor para dárselos a Ariel, vio que él se había quitado la venda de la frente.

La herida era grande y muy evidente.

Mientras le pasaba los cubiertos, Ariel comentó con voz tranquila:

—Siéntate.

Johana obedeció y se sentó frente a él. Volvió a mirar su herida y soltó:

—Lo de ayer no fue intencional.

Luego le preguntó:

—¿Fuiste al hospital? ¿Te pusieron la vacuna contra el tétano?

Ariel contestó:

—No es nada grave. En un rato me pongo un poco de ungüento y listo.

Después agregó:

—El departamento legal ya hizo la liquidación de los bienes. Al rato te paso la lista para que revises si hay algo que te interese en particular.

Que Ariel sacara ese tema así, tan de pronto, hizo que Johana levantara la mirada.

Así que de eso quería hablar ayer.

Mirándolo, Johana negó con la cabeza:

—No. En cuanto al acuerdo, lo que tú decidas está bien para mí.

Pero Ariel volvió a preguntar:

—¿Te gusta Hugo?

Del otro lado de la mesa, Johana no pudo evitar reírse con incredulidad:

—No es eso. Ayer sólo fui a visitarlo porque está enfermo. Hugo no pudo negarse a Berta, que se le antojó una hamburguesa, así que él la llevó y de paso me invitó.

La sala y el comedor estaban tan silenciosos que hasta el eco de sus palabras sonaba suave y lejano.

Aprovechando el momento, Johana bromeó un poco:

—Aunque eso sí, tienes ojos en todos lados.

Johana recibió los papeles, pesados y llenos de cifras.

La fortuna de Ariel era considerable.

Revisó unas cuantas hojas, hojeando al azar, y dijo:

—Es demasiado. Mejor lo reviso bien después, pero no tengo ninguna petición especial. El departamento legal puede preparar el acuerdo.

—Por cierto, lo de las acciones que me transferiste antes... Diles que incluyan eso en el acuerdo, así firmo todo junto.

Al ver que Johana no mostraba ni una pizca de deseo por quedarse ni de nostalgia, la mirada de Ariel se volvió cada vez más sombría.

Se dio la vuelta, caminó hasta la ventana y, de la mesa, tomó un cigarro y el encendedor.

Encendió el cigarro y, mientras exhalaba el humo, Ariel dejó escapar un largo suspiro.

Cerca de la puerta, Johana, con la lista de bienes en la mano, miró su espalda y comentó:

—Entonces regreso a la habitación de al lado. Descansa.

Apenas terminó de hablar, Ariel sacudió la ceniza del cigarro, y se dio la vuelta para preguntarle:

—Johana, ¿de verdad no hay otra salida para esto? ¿De verdad tenemos que divorciarnos?

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