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No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 213

En ese momento, Fermín llegó puntual como siempre.

Al verlo, Johana se dirigió a él con una sonrisa profesional.

—Señor Fermín, el sistema ya fue actualizado y la batería está cargada. Cuando use la carga inalámbrica, puede dejar que el robot vaya solo a la zona de carga. También puede utilizar la carga con cable igual de fácil.

—Reorganicé el sistema para que esté en el modo más adecuado para usted —añadió, mostrándole la pantalla táctil integrada en el pecho del robot—.

—Señor Fermín, puede tratarlo como a cualquier persona normal. Además de hacer revisiones médicas, puede ayudarle a limpiar la casa, alimentar a sus mascotas e incluso platicar con usted.

—Básicamente tiene la capacidad de moverse como un humano y, gracias a la inteligencia artificial, puede acompañarle y aportar valor emocional.

—Respecto a su uso, ahora puede controlarlo solo con la voz. Por ejemplo, si quiere revisar su estado de salud, solo tiene que decirlo en voz alta: “revisar salud”.

—Eso sí, este tipo de revisión solo aplica para su propio cuerpo. Si desea examinar a otra persona, hay que ingresar primero los datos básicos de esa persona.

—Los ojos funcionan como escáneres y la pantalla inteligente en el pecho es la principal para cualquier operación. Todo puede hacerse desde ahí.

Johana se esmeró en explicar cada detalle. Fermín levantó la mano y preguntó con curiosidad:

—¿Puede cocinar?

—Sí, claro —respondió Johana, segura—. Primero debe dejar que reconozca la cocina. Después, el robot puede buscar recetas automáticamente según los ingredientes que tenga en casa y preparar los platillos. Rara vez repetirá recetas. Si tiene antojo de algo específico, puede anotarlo y el robot seguirá sus instrucciones.

—Para que sea más fácil, señor Fermín, puede ponerle un nombre al robot. Esto puede cambiarlo cuando quiera.

—Además, su altura se ajusta de manera automática para realizar distintas tareas en el hogar.

Mientras hablaba, Johana hizo una demostración rápida y el robot empezó a modificar su estatura y figura. Pasó de ser una bolita graciosa a parecer un adulto hecho y derecho.

Por un momento, Fermín se quedó paralizado, como si estuviera viendo una película de ciencia ficción.

Aunque ya había visto mucha tecnología de punta, e incluso había presenciado exhibiciones de armas y equipos militares, presenciar en su propia casa cómo un robot se transformaba y hacía tareas cotidianas era algo que lo dejaba sin palabras.

Fermín no pudo evitar sentir un asombro genuino.

Y al ver lo hábil que era Johana manejando el robot, ese asombro solo creció.

Su entusiasmo por el futuro y el amor por lo que hacía se notaban en cada palabra. Fermín, divertido, le propuso:

—Bueno, señorita Johana, ¿por qué no llenamos primero el estómago? Comamos y después seguimos platicando.

Solo entonces, Johana miró su reloj y se dio cuenta de la hora: ya eran las once y media.

Devolvió el robot a su forma original y dijo:

—Disculpe, señor Fermín, le he hecho perder tiempo. Mejor me retiro. Más tarde le mando el manual actualizado.

Al escuchar que Johana se despedía, Fermín sonrió:

—Señorita Johana, si fuera otra hora, no insistiría, pero justo es el momento de la comida. Si no la invito a quedarse, sería descortés. Además, siento que a usted todavía le faltó por explicar algunas cosas.

Y agregó:

—No hay nadie más en la casa y la comida es sencilla, pero espero que no se sienta incómoda.

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