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No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 245

Así que, en realidad, se mantuvo bastante tranquilo.

Después de todo, todo lo que Johana estaba viviendo, él ya lo había pasado antes.

Caminando con una leve cojera, Johana se sentó frente a Hugo. Él le dijo:

—La tesis ha tenido buena respuesta, ya han llamado varias veces desde arriba. El director Crespo comentó que, si hay oportunidad, le gustaría conocerte. También llamaron de la Universidad, quieren organizar un seminario y piden que vayas para dar una plática.

—Ah, y en septiembre empiezan las clases. Quieren que vayas a dar una charla inaugural a los estudiantes. Todavía quedan un par de semanas, así que puedes preparar el material con calma.

Johana no se sorprendió por los elogios de los superiores. Ya estaba acostumbrada a ese tipo de reconocimiento, así que se mantuvo serena. Sin embargo, la invitación para dar una conferencia en la Universidad Nacional de Río Plata sí la tomó por sorpresa.

Se sintió, de algún modo, un poco fuera de lugar. Como si no tuviera aún la experiencia suficiente.

Antes de que alcanzara a decirle algo a Hugo, él continuó:

—Edmundo ya fue a dar una charla ahí, Bruno también. Siempre mandamos a los hombres a esos eventos, pero este año quiero que vayas tú. No te preocupes, solo habla de tu especialidad, comparte tu manera de estudiar, eso basta.

Temiendo que Johana siguiera sintiendo presión, Hugo agregó:

—Si te lo estoy pidiendo es porque sé que puedes hacerlo. Tienes la capacidad.

Al ver que Hugo confiaba tanto en ella, Johana asintió con serenidad:

—Está bien, señor Hugo. Voy a prepararme para que salga muy bien.

Cabe mencionar que Hugo seguía siendo profesor de la Universidad Nacional de Río Plata, y casi todos los estudiantes de ahí habían asistido a alguna de sus clases.

Por su personalidad y presencia, las estudiantes hacían todo por entrar a sus clases, incluso chicas de otras universidades se colaban para escucharlo.

Después de terminar de reportar el avance del proyecto de robótica, Johana regresó al piso de abajo.

Cuando terminó lo que tenía pendiente, se fue al laboratorio junto con Edmundo y los demás.

El laboratorio quedaba lejos, así que siempre iban todos juntos en un solo carro para ahorrar gasolina.

Además, como la pierna de Johana todavía no se recuperaba por completo, en esos días solía ir detrás del grupo, esforzándose por no quedarse atrás.

El carro dejó atrás el bullicio del centro de la ciudad y entró en la zona costera. El contraste era claro: el ruido y el ajetreo quedaron atrás, y solo quedó el silencio.

Y un paisaje marino interminable.

Con la bolsa de fruta en la mano, salió del elevador y dio vuelta hacia su departamento. En ese momento, se detuvo en seco al ver a alguien parado afuera de su puerta.

Jamás imaginó que Ariel aparecería ahí.

Él tenía las manos en los bolsillos, y colgado del picaporte de la puerta había una caja de regalo muy elegante.

Ariel, por supuesto, sabía perfectamente dónde vivía.

Johana se quedó inmóvil, observándolo un momento desde su sitio. Finalmente, se decidió a avanzar y, con una sonrisa tranquila, saludó:

—¿Qué haces aquí?

Ariel se giró para mirarla y le contestó:

—Vi que tu tesis tuvo buena respuesta, así que vine a ver cómo estabas.

—Gracias —respondió Johana, bajando la mirada.

Después de agradecerle, el ambiente se llenó de un silencio tenso.

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