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No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 268

[No inventen, ¿Johana trae suerte o qué? Su carrera va de maravilla, y ahora resulta que anda con Fermín. Sí que sabe moverse.]

[¿Quién sabe? Por la pinta, Fermín la cuida mucho, no le quita los ojos de encima. Les paso unas fotos, pero ni se les ocurra compartirlas.]

Enseguida, aparecieron varias fotos de Johana y Fermín juntos en pantalla.

En las imágenes, Johana en verdad había acompañado a Fermín hasta su casa.

Pero con el tipo de persona que era Fermín, nadie se atrevía a andar regando chismes afuera ni mucho menos armar escándalo en redes. Así que todo quedaba en plática privada.

[Johana y Ariel, ¿sí se separaron? Eso de la venta de acciones fue puro cuento, seguro ya tronaron.]

[Puede ser, Ariel nunca la quiso. Pero Johana es tremenda, acaba con Ariel y ya anda con Fermín.]

[Siendo tan guapa, claro que tiene ventaja. Mira esa cara, cualquiera diría que ni de este mundo es.]

[Ariel no está en el grupo, ¿verdad?]

[No, pero imagínate que vea a Johana con Fermín. A ver si no se arrepiente.]

[Nadie sabe. Pero ni se les ocurra compartir las fotos, esto queda entre nosotros.]

El grupo ardía con chismes, pero la cara de Ariel ya era todo un poema.

Él ya había notado que Fermín trataba diferente a Johana desde hacía tiempo.

Por eso ahora, al verla regresar a casa con Fermín y notar la manera en que él la miraba, Ariel sentía el estómago revuelto.

No podía evitar pensar que, tras el divorcio, Johana terminaría con Fermín... o con cualquier otro hombre.

Un nudo se le formó en el pecho. Sentía el aire más pesado que nunca.

No se atrevía ni a imaginarla llamando “mi amor” a otro, mucho menos verla compartiendo la cama con alguien más.

Pensar que otro hombre podría tenerla por completo...

Y que incluso podrían tener hijos.

Solo de imaginarlo, el color se le fue de la cara. El aire se le cortó.

Nunca antes se había detenido a pensarlo, ni se le había pasado por la cabeza que Johana pudiera dejarlo. Mucho menos que lo haría tan decidido.

Cerró WhatsApp, y de golpe aventó el celular al lado, girando la cabeza para mirar por la ventana.

—Ariel, si salto otro grado, ya podré estudiar contigo.

—Ariel, ¿verdad que siempre seremos buenos amigos?

Últimamente, el abuelo había estado decaído, siempre platicando del pasado.

Por eso, cuando tenía tiempo, Johana procuraba visitarlo y acompañarlo un rato más.

Dejó el carro estacionado afuera de la casa y, con la bolsa de frutas y algunos postres en la mano, empujó la puerta de la entrada.

En cuanto entró, se quedó congelada.

Ariel estaba ahí.

En ese momento, él jugaba ajedrez con el abuelo en el patio, los dos platicando y riendo como si nada.

Por un instante, Johana sintió que estaba soñando.

Era igual que antes de casarse.

Se quedó parada en la entrada sin moverse, hasta que el abuelo la vio primero y la llamó con cariño:

—¡Joha!

Solo entonces Johana volvió en sí. Caminó hacia el patio con una sonrisa.

—Abuelo, ya llegué.

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