No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 276

Ariel se dio la vuelta, tomó el acuerdo que ella acababa de firmar y, sin mostrar ninguna emoción, soltó:

—Listo, súbete al carro, vamos a hacer fila.

Ariel estaba tan terco como siempre, empeñado en que justo ahora debían ir a formarse. Al final, Johana subió al carro.

Poco después, el motor arrancó.

Ariel sostenía el volante con ambas manos, mientras Johana miraba fijo hacia el frente, sin que ninguno dijera palabra.

El ambiente dentro del carro se sentía tenso, casi podía cortarse con un cuchillo. Ariel llevaba el ceño fruncido, claramente de malas.

Johana, por su parte, se veía tranquila, como si nada la perturbara.

El aire acondicionado soplaba demasiado frío, así que Johana estiró la mano para mover la dirección del aire. Ariel, de inmediato, subió la temperatura unos grados.

Al notar ese gesto, Johana apartó la mirada y se enfocó en el paisaje que pasaba por la ventana.

—Joha, brinca hacia acá, yo te agarro.

—Joha, todavía nos tienes a nosotros. Yo seré tu familia de ahora en adelante.

—Johana, eres muy bonita.

Los recuerdos llegaron de golpe. Las luces de la noche en Río Plata seguían igual que antes.

Pero entre ella y Ariel, las cosas ya no eran como antes.

El carro siguió avanzando. Ariel no le había mentido: de verdad la había llevado al edificio del ayuntamiento.

En ese momento, el carro se detuvo en el estacionamiento al aire libre frente al ayuntamiento.

El edificio imponente, con las letras grandes y pesadas en la entrada: “Ayuntamiento”.

En ese mismo lugar, habían recibido su acta de matrimonio.

Pasaban de las diez de la noche, y el estacionamiento, aparte del carro de ellos, estaba completamente vacío.

Ariel no apagó el motor después de estacionarse, solo puso el carro en “P”.

Se giró hacia Johana, que iba en el asiento del copiloto, y su tono, al fin, perdió toda dureza:

—Johana, eres mi tormento.

Al escuchar eso, Johana bajó la cabeza en silencio. Sacó su celular del bolso y empezó a revisar las noticias, como si nada.

En ese momento, solo les quedaba esperar a que amaneciera, a que llegaran los empleados del ayuntamiento y así poder hacer el trámite.

Johana no le respondió, así que Ariel preguntó en voz baja, casi con cariño:

—¿Ya cenaste?

Nuestro precio es solo 1/4 del de otros proveedores

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