En ese momento, los encargados de la entrada vieron claramente cómo Ariel la sujetaba y cómo ella buscaba ayuda. Ella les rogó que buscaran a Delfín o a algún directivo que hubiera venido con el grupo de Río Verde, pero cuando esos dos empleados se cruzaron con la mirada de Ariel, enseguida apartaron la vista, como si no hubieran visto nada.
Johana pidió una y otra vez que le ayudaran, pero los empleados actuaron como si ni siquiera tuvieran oídos, sin dignarse a mirarla siquiera.
Era como si tanto ella como Ariel fueran invisibles, aire que nadie notaba.
Con el ceño fruncido, Johana apretó los labios y dijo:
—Señor Ariel, si sigue así, voy a llamar a la policía.
Ariel, sin inmutarse, respondió:
—Solo tomaré diez minutos de tu tiempo. Quiero aclarar un par de cosas contigo.
No le dio oportunidad de replicar. Tomó a Johana del brazo y la llevó directo al segundo piso, a la sala de descanso.
La sala estaba decorada con mucha elegancia, y enseguida un empleado se acercó para ofrecerles una bebida especial. Ariel le pidió que se retirara, luego él mismo preparó una bebida para Johana.
A pesar de todo, Johana intentó mantenerse serena. Cuando Ariel le ofreció la bebida, ella ni siquiera la probó. La dejó sobre la mesa, mirándolo con calma.
—Señor Ariel, si tiene algo que decir, hágalo de una vez.
Ariel levantó la vista, buscando en los ojos de Johana algún rastro de la mujer que recordaba. Ella estaba tan cerca y, al mismo tiempo, tan lejos, como si entre ellos se extendiera un abismo imposible de cruzar. Ariel la contempló en silencio, y sus ojos se humedecieron.
Quiso abrazarla, pedirle perdón, confesarle cuánto la extrañaba.
Pero no pudo hacer nada, más que quedarse ahí, viéndola.
Ambos se miraron fijamente. Cuando Johana vio que Ariel seguía sin decir nada, se preparó para marcharse. Fue entonces cuando Ariel habló.
—Hace dos años, ¿fue Hugo quien te ayudó a escapar?

Verifica el captcha para leer el contenido
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces