Al mismo tiempo, Johana ya había llegado al laboratorio junto a Hugo.
Grupo Transcendencia y Avanzada Cibernética tenían una colaboración en marcha. Johana fungía como asesora técnica, así que en ese periodo se la pasaba yendo y viniendo al laboratorio de Avanzada Cibernética. A decir verdad, ella misma prefería estar ahí. No solo por trabajo, sino porque su primer proyecto lo había sacado adelante en ese lugar, y en aquellos días en que andaba bajoneada, refugiarse en el trabajo de ese laboratorio la había ayudado a salir adelante.
—Johana, platica más con Edmundo y los demás, si ves algún detalle, échales la mano y señálales lo que puedan mejorar —dijo Hugo, sin dar tiempo a que nadie más abriera la boca—. Lo que resolviste la vez pasada en Grupo Nueva Miramar estuvo impecable, toda la lógica súper clara. Se nota el avance en tu parte técnica.
En ese momento, Hugo se giró hacia Edmundo, Bruno y los demás, y, sin perder la compostura, soltó:
—Edmundo, Bruno, en cuestiones técnicas deberían aprenderle bastante a Johana.
Hugo mencionaba a Johana una y otra vez. Edmundo y los otros cuatro o cinco compañeros no podían dejar de mirarlo fijamente, atentos a cada palabra y reacción.
Hasta Johana no sabía qué cara poner cuando veía cómo Hugo no dejaba de nombrarla así.
Al girarse, notó que Edmundo y los otros la observaban sin parpadear. Hugo, al percatarse, preguntó:
—¿Pasa algo?
Fue entonces cuando Edmundo, con toda seriedad, le recordó a Hugo:
—Señor Hugo, ella es la maestra Frida, la maestra Frida de Grupo Transcendencia.
...
El comentario de Edmundo hizo que Hugo reaccionara al instante y, al mirar a Johana, se notaba algo apenado.
Sin embargo, no se puso nervioso ni perdió el control. Simplemente, con naturalidad, dijo:
—Se parecen tanto que me confundí.
Los demás, al ver la manera en que Hugo salía del apuro, se apresuraron a secundarlo:
—Eso es cierto, sí se parecen mucho. A mí también me ha pasado.
Por más que todos decían eso, en el fondo sospechaban que Hugo se las sabía todas. Pero como Johana no quería hablar del asunto, nadie preguntó ni comentó nada.
Ella y Hugo marcaban el ritmo; lo que ellos dijeran, así se hacía.
A pesar de que Hugo había corregido la forma de llamarla frente a todos, en cuanto se relajaba, se le escapaba un “Johana” de vez en cuando.
Por eso, cuando había gente ajena presente, ella prefería ignorar a Hugo y no hablarle mucho, no fuera a ser que metiera la pata y se le notara el nerviosismo. Al fin y al cabo, su mente estaba mucho más ocupada en el trabajo que en otras cosas.
Pasaron la tarde ocupados en el laboratorio. Ya de regreso en el centro de la ciudad, Johana cenó con el grupo antes de volver al hotel.
Justo acababa de bajar del carro de Bruno cuando vio que la puerta de un carro de lujo se abría cerca de ahí y alguien descendía.
Sin prestarle demasiada atención, Johana se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia el hotel.
En ese momento, la voz suave de Ariel la alcanzó:
—Maestra Frida.
Al escuchar ese “maestra Frida”, Johana volteó de manera instintiva.

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