No Me Dejes, Aunque No Te Lo Mereces romance Capítulo 44

El matrimonio sí que es una tumba, la tumba de cualquier sentimiento. Cuando dos personas se miran demasiado tiempo, tarde o temprano terminan hartándose.

El carro se detuvo frente al edificio, pero Raúl no subió.

Vio cómo Johana entraba a la empresa y, en cuanto la perdió de vista, encendió el carro y volvió a su propia oficina.

Al regresar a su lugar de trabajo, Johana se sumergió de nuevo en sus pendientes.

Cuando por fin terminó con lo que tenía entre manos, ya había oscurecido. Johana decidió pasar por la casa de su abuelo para verlo un rato antes de regresar a Casa de la Serenidad.

Le habría gustado quedarse más tiempo acompañando al abuelo, pero sus movimientos afectaban directamente los intereses del Grupo Nueva Miramar, así que no le quedó de otra que regresar.

Después de todo, los trámites aún no estaban listos.

Cuando llegó a casa, ya eran las diez de la noche.

Adela seguía despierta, esperándola.

—Joha, ya llegaste, ¿cómo ha estado el abuelo estos días? ¿Ha mejorado algo?

Mientras se quitaba los zapatos, Johana respondió:

—Mucho mejor. Mamá, no tienes por qué desvelarte por mí, deberías descansar temprano.

Adela le tomó la bolsa y se la entregó a Daniela, todo con calma, y añadió:

—No es tan tarde, me gusta esperarte para platicar un poquito cuando llegas.

Aprovechando el momento, Adela se acercó a Johana, con aire conspirativo, y le susurró:

—Ariel también ya regresó, llegó un poco después de las seis y cenó en casa. Yo creo que si ya no vivo aquí, él va a comportarse mejor.

—A los hombres hay que ponerles límites, Joha. Tú siempre eres demasiado flexible, deberías mostrar carácter, ya verías cómo Ariel te hace caso. Fíjate cómo ha estado estos días, se ha portado muy bien.

Mientras elogiaba a Ariel, Adela en realidad le sugería a Johana que no se divorciara, que le diera otra oportunidad a su hijo.

Johana, al escucharla, sonrió y le respondió:

—Él se preocupa mucho por ti, mamá.

Ahora que para divorciarse ya no se necesitaba la identificación, Johana ni siquiera pensó en convencer a los demás. Solo era cuestión de que ella y Ariel llegaran a un acuerdo.

La verdad, ese momento tenía que llegar tarde o temprano.

Además, si lo dejaban pasar algunos años más y seguían sin hijos, toda la familia Paredes iba a quedar atrapada en medio de la situación, y eso sí que sería un lío.

Johana quería divorciarse ahora para evitarles problemas en el futuro y, de paso, no seguir perdiendo el tiempo.

Como era tan tranquila y obediente, Adela siguió insistiendo:

Al ver que él no tenía intención de continuar la conversación, Johana apartó la mirada y tomó su ropa para meterse al baño.

...

Cuando salió, Ariel ya estaba sentado en la cama leyendo un libro.

Vio que le había dejado espacio a su lado, así que Johana se sentó en silencio junto a él.

En ese momento, Ariel cerró el libro, se giró hacia ella y le dijo, con el mismo tono sereno de siempre:

—Antes de que termine el año, deberías embarazarte.

Johana estaba a punto de acomodarse para dormir, pero aquellas palabras la tomaron por sorpresa. Se quedó mirándolo, los ojos abiertos de par en par, totalmente desconcertada.

Se quedó observando a Ariel unos segundos antes de atreverse a preguntar:

—¿Mamá volvió a presionarte?

Sin esperar su respuesta, Johana sugirió:

—¿Y si mejor hacemos las cosas rápido? Arreglamos los papeles de una vez y ya.

Ariel la miró sin expresión alguna, como si estuviera presenciando la cosa más absurda del mundo.

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