Nuestro Final de Amor romance Capítulo 15

Javier ya se había preparado para ser rechazado por María, pero no esperaba que ella respondiera de esa manera.

Javier se quedó sorprendido por un momento, un destello de alegría cruzó por sus ojos.

—Está bien, vámonos ahora mismo.

En Casa Fernández, María observaba a través de los ventanales a una niña pequeña abrazando un oso de peluche.

Un destello de compasión cruzó por sus ojos.

En el mundo de la misión, había visto a muchos niños.

Su propio hijo, Diego, que nunca había carecido de amor paternal ni materno, siempre tenía el rostro lleno de vida y sus ojos brillaban con luz.

Los niños del orfanato, aunque habían perdido a sus padres, contaban con la directora y muchos maestros que les brindaban amor. Además, personas bondadosas los visitaban semanalmente para jugar con ellos, por lo que no les faltaba cariño.

Pero ninguna niña era como la que estaba frente a ella, cuyos ojos carecían de brillo y que se encogía de miedo en una esquina abrazando su oso de peluche.

Tal vez porque aún quedaba algo de amor materno en ella, María sintió una profunda pena al mirarla.

Javier también hablaba con un tono lleno de dolor.

—Ella es Isabel Fernández, tiene seis años. Hace dos años, tuvo un accidente de carro con sus padres; ella sobrevivió porque sus padres la protegieron con sus cuerpos. Como presenció la muerte de sus padres, ha estado muy mal, temerosa de interactuar con la gente, de salir, y pasa los días en constante miedo, necesitando compañía las veinticuatro horas del día.

Javier dijo esto mientras empujaba la puerta grande.

Apenas entraron, Isabel, al oír el ruido, corrió rápidamente hacia ellos, queriendo lanzarse a los brazos de Javier.

—¡Papá!

Pero al ver a María a su lado, el rostro de Isabel se transformó en pánico, gritó y corrió a esconderse en una tienda de campaña.

—Isabel, no pasa nada, papá está aquí, María no te hará daño.

Javier se arrodilló frente a la tienda de campaña de Isabel y tocó la puerta de la tienda.

María también se detuvo a su lado, diciendo en voz baja.

—Isabel, soy María, tengo muchas historias que contarte, ¿quieres escucharlas?

Después de un buen rato intentando calmarla, Isabel finalmente abrió la cremallera de la tienda y asomó cautelosamente la cabeza.

Con la confirmación de ambos, finalmente extendió sus manos para que Javier la abrazara.

Como muestra de agradecimiento, Elena se quitó una pulsera que había llevado durante muchos años y trató de ponérsela a María.

—No, no puedo aceptarla, Elena.

—Por favor, tómala, es un pequeño gesto de agradecimiento.

Javier, sosteniendo a Isabel, se acercó y le dio una palmadita en el hombro.

—Acepta, Mari.

María finalmente se puso la pulsera.

Isabel se zafó de los brazos de Javier y se lanzó al abrazo de María.

—Mamá.

María abrazó a Isabel, y una atmósfera cálida se extendió alrededor.

Lamentablemente, este momento fue interrumpido rápidamente.