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¿Problemas con tu Ex? Cásate con su Hermano. romance Capítulo 1

—Simón, ¿por qué no trajiste hoy a tu adorada niña?

La voz juguetona del amigo de Simón Yáñez resonó por encima del vapor en el área de aguas termales.

Elisa Fonseca dejó asomar una ligera sonrisa en sus labios, lista para rodear la roca decorativa y acercarse. Pero, justo en ese instante, la voz de Simón atravesó la neblina, sonó arrastrada y perezosa.

—Está de mal humor, hoy no quiso venir.

La sonrisa de Elisa se congeló de golpe. Su mente retumbó, quedándose en blanco.

Ella no había peleado con él. ¿O acaso la "niña" de la que hablaban... no era ella?

Unas risas burlonas retumbaron desde dentro de la piscina termal.

—Pues claro, después de seguirte en secreto tanto tiempo, mañana te vas a comprometer con Elisa. ¿Cómo no va a estar dolida?

A través de la rendija de la roca, Elisa observó a su novio de cinco años, Simón.

La bruma leve rodeaba a los hombres dentro del agua. Simón, apenas cubierto por una toalla en la cintura, descansaba con desparpajo contra el borde de la piscina.

En su boca se dibujaba una sonrisa relajada.

—Esa niña es más comprensiva que Elisa. Basta con consentirla un poco.

Elisa se aferró con fuerza a la roca. Sus dedos palidecieron bajo la presión de la piedra áspera, y sus pestañas temblaban sin control.

¿Simón… le había sido infiel?

Durante cinco años, trabajaron juntos en la misma empresa y vivieron bajo el mismo techo. ¿Cómo era posible que nunca lo sospechara?

—No basta con consentirla —soltó otro de los hombres con tono malicioso—. Si ya te la llevaste a la cama, mínimo deberías formalizar, ¿no?

Simón alzó la mano y tomó una copa de vino tinto de la bandeja flotante, haciéndola girar despreocupado entre los dedos.

—Cuando termine todo el papeleo de la herencia del Grupo Fonseca, termino con Elisa.

Elisa sintió que el aire se le escapaba. Miró, incrédula, al hombre al que le había entregado cinco años de su vida.

Durante ese tiempo, Simón fue todo lo que cualquiera soñaría: atento, caballeroso, siempre pendiente de cada detalle, al punto que hasta sus amigos la envidiaban.

En su círculo, todos lo tenían por un novio fiel y entregado, casi perfecto.

Elisa deseó estar borracha, soñando despierta. Pero las palabras crueles de Simón la atravesaban sin piedad, como cuchillos directos al pecho, dejando heridas que no dejaban de sangrar.

Se cubrió la boca, un amargo sabor a sangre trepó por su garganta. Con lo último de su fuerza, bajó la cabeza y, temblando, escribió un mensaje:

[Simón, tomé unos tragos. Me voy a casa.]

Ya no quiso escuchar más. Salió tambaleando, casi tropezando, como si escapara.

Al llegar a la casa que compartían, miró el pequeño hogar que había decorado con tanto cariño. Ahora solo le parecía una prisión.

Vacía, oscura, imposible de respirar. Sentía espinas en la espalda.

Se metió bajo las cobijas. Aunque cerró los ojos, los recuerdos la invadían sin control, repasando cada detalle de esos años juntos.

¿En qué momento empezó a pudrirse todo?

¿Quién era la mujer con la que Simón la traicionaba?

No supo cuánto tiempo pasó en ese estado, perdida en la oscuridad. De pronto, unos pasos apresurados retumbaron por el pasillo—

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