—¿Dónde estuviste hoy? —le preguntó Ignacio, alzando la vista hacia ella con un tono que sonaba a reproche.
Sabrina lo miró con extrañeza y frunció ligeramente el ceño.
—¿Por qué?
—Hay visitas abajo. Vamos. —Tras decir eso, maniobró su silla de ruedas para salir de la habitación.
Con la cabeza llena de preguntas, Sabrina siguió a Ignacio escaleras abajo.
En la sala, Petrona Guerrero recibía con gran entusiasmo a una invitada. No paraba de halagar su belleza mientras intentaba ganarse su confianza.
Eso fue lo que Sabrina encontró al llegar a la sala: Petrona y Ofelia charlaban con la familiaridad de dos viejas amigas, riendo y conversando como si lamentaran no haberse conocido antes.
El corazón de Sabrina dio un vuelco. "¿Qué hace Ofelia en la mansión Guerrero?".
"Según cómo sucedieron las cosas en mi vida anterior, Ofelia todavía no debería conocer a Petrona. ¿Será que, al haber propiciado su encuentro con Axel, también adelanté su encuentro con ella?".
—¡Señorita Molina! —exclamó Ofelia, visiblemente contenta al ver a Sabrina. Se puso de pie y la saludó con la mano.
Sabrina asintió con una sonrisa forzada.
—Hola. ¿Qué te trae por la mansión Guerrero?
De pronto comprendió la razón del enojo de Ignacio: sin duda, él sabía lo que ella había hecho ese día en la escuela. "No se trata de quién tiene la razón y quién no", pensó, "simplemente vemos las cosas desde ángulos distintos".
Romeo Navarro le había salvado la vida a Ignacio, así que era natural que él quisiera compensar a Ofelia.
Pero, después de todo el daño que Ofelia le causó en su vida pasada, ¿cómo podría ella perdonarla tan fácilmente?
—Vine esta noche especialmente para darle las gracias, señorita Molina —comenzó Ofelia—. Yo estudio dirección, no sé nada de actuación, y aun así me eligió como protagonista para una producción de más de nueve cifras.


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