Petrona tenía el semblante lleno de remordimiento y soltó un suspiro antes de hablar:
—Yo tampoco tuve otra opción, créeme.
—Lo que pasó en aquel entonces fue complicado para las dos, no te culpo. Pero prefiero mantener mi distancia contigo —Ofelia dejó en claro su postura, sin rodeos.
—Perdóname, sé que te fallé. Todo estaba hecho un caos y sólo pude tomar esa decisión porque no veía otra salida —Petrona trató de justificarse, pero Ofelia no cedió ni un poco.
—Ya no hay nada más que decir. Por favor, vete. Tengo muchas cosas que hacer —Ofelia volvió a marcar la distancia, dándole la indirecta de que se marchara.
Después de varios intentos fallidos de quedarse, Petrona no pudo evitar sentirse incómoda. Antes de irse, le pidió a Ofelia que se cuidara y por fin se despidió.
...
Al día siguiente, en Empresa Líder
Camilo se encontraba justo frente a la entrada de la empresa, con una sonrisa de triunfo dibujada en la cara, mirando a todos con la seguridad de quien se sabe ganador.
Ese día marcaba la inauguración oficial de su nueva compañía, y Camilo se había encargado de que la noticia llegara a todos los medios importantes de Clarosol.
No pasó mucho tiempo antes de que la planta baja de Empresa Líder estuviera llena de reporteros. Los flashes no paraban de encenderse, como si la luz de la fama cayera sobre él por fin.
Todos estaban ansiosos por lanzar sus preguntas. Camilo había esperado este momento durante años.
A su lado estaba Rubén, su tío, que no podía estar más orgulloso de su sobrino y había llegado con un regalo especial.
—Cami, te deseo que tu empresa crezca como la espuma y que ganes mucho más de lo que imaginas.
—Gracias, tío. Si no fuera por tu apoyo, jamás hubiera llegado hasta aquí —Camilo le respondió desde el fondo del corazón, sin guardarse nada.
—No digas eso, sobrino. Todo esto lo lograste tú mismo, tu esfuerzo es lo que te trajo hasta donde estás. Yo sólo estuve ahí, acompañándote —Rubén se mostró humilde, sin querer llevarse el crédito.
—¿La ceremonia de inauguración es a las diez, verdad? Fíjate bien en la hora, no te vayas a pasar —le recordó Rubén.
—Sí, aún faltan treinta minutos. Terminando la inauguración, nos vamos directo a Grupo Guerrero —respondió Camilo, y la emoción se le notaba hasta en la voz. Ese día iba a cambiarlo todo: después de hoy, Grupo Guerrero sería suyo y ese lisiado de Ignacio tendría que desaparecer.

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