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Reencarné y mi Esposo es un Coma romance Capítulo 63

—¡No! ¡Hace años que no tengo contacto con ella! ¡No le hagas caso a Ignacio, está inventando cosas! —negó Emilio de inmediato.

—¡Ser un arrastrado no te llevará a ninguna parte! —le espetó Felipe, furioso y decepcionado—. Una mujer como Keira es demasiado para ti, ¿acaso no has aprendido nada de todas las veces que te ha hecho daño?

Desde los veinte hasta los cincuenta años, había caído en sus redes no menos de ocho veces. Si no fuera su hijo, con esa inteligencia, no habría puesto un pie en el Grupo Guerrero. Julieta, a pesar de su carácter explosivo y arrogante, amaba a Emilio con sinceridad.

—Papá, créeme, de verdad que ya no nos vemos —insistió Emilio, pero su nerviosismo lo delató: cada vez que se ponía tenso, se ajustaba los pantalones, y ese simple gesto lo había traicionado.

Felipe, para no avergonzarlo más delante de todos, decidió no seguir con el tema. Al fin y al cabo, ya no era un niño.

—Haz lo que quieras, pero no vengas llorando a pedirme ayuda cuando te vuelva a engañar —le advirtió Felipe. Ya estaba viejo y cansado de sus dramas.

Emilio, abochornado, se quedó sin palabras. Había intentado poner en evidencia a Ignacio, y al final, el tema de conversación había girado en torno a él. La cena se le atragantó.

Cuando todos se hubieron retirado, y solo quedaron Ignacio y Sabrina en el comedor, Felipe se acercó a ellos con una sonrisa.

—Tengo algo que decirles.

Sabrina sintió un nudo en el estómago, un mal presentimiento que le apretó el pecho mientras esperaba las siguientes palabras de Felipe.

—He decidido dar la vuelta al mundo. Voy a cumplir el sueño de mi juventud.

¡Lo sabía! Felipe había dicho exactamente lo que ella temía. ¡Aún quería viajar por el mundo! Había conseguido disuadirlo temporalmente con la excusa de la fecundación in vitro, pero ahora que Ignacio había despertado, Felipe se sentía más tranquilo y volvía a acariciar la idea de su viaje. ¡Pero ese viaje le costaría la vida!

Ignacio y Sabrina ya estaban casados; solo les faltaba tener hijos. Y para Felipe, la mayor alegría sería tener una nieta.

Sabrina permaneció en silencio, con la mirada perdida y una expresión de profunda preocupación. Ignacio lo notó y una sombra de inquietud cruzó su rostro.

Sabrina reaccionó y, mirando a Felipe, dijo:

—Bueno, entonces le deseo un buen viaje, abuelo. Lo esperaré en la mansión Guerrero a su regreso.

Pensó que, tal vez, el destino de Felipe en su vida anterior era inevitable en esta también. Era como si la vida de cada uno estuviera ya trazada, y nada de lo que dijeran los demás pudiera cambiarla. Así que solo le quedaba respetarlo.

—De acuerdo —dijo Felipe, tomando las manos de ambos y uniéndolas—. Se casaron sin apenas conocerse, así que es normal que tengan más roces que otras parejas, pero el matrimonio requiere esfuerzo. Confíen siempre el uno en el otro, más que en nadie. Esposos, deben confiar el uno en el otro. La boca es para hablar; si hay malentendidos o algo les molesta, díganlo, no se lo guarden, porque eso solo daña la relación.

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