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Renacer en el Incendio: Me Casé con Mi Salvador romance Capítulo 105

En el baño, Lázaro se apoyaba con ambas manos en el lavabo, respirando agitadamente.

El espejo reflejaba el enrojecimiento en la esquina de sus ojos y la tensión en su mandíbula.

Sobre la repisa, una pasta de dientes rosa, una diadema de orejitas de gato, y en el aire flotaba ese aroma dulce y ligero, el mismo que siempre traía ella consigo. No había rincón donde no se metiera.

Molesto, abrió el grifo y se echó agua fría en la cara una y otra vez.

Pero en su cabeza seguía dándole vueltas esa cara sonriente y la imagen deslumbrante de su piel blanca. Por más que lo intentara, no podía sacarla de su mente.

El calor le subía desde los pies hasta la cabeza, como si fuera a perder el control en cualquier momento.

No lo entendía. Siempre había mantenido distancia con las mujeres, incluso llegaba a sentir rechazo.

Pero, ¿por qué con ella era tan diferente? ¿Por qué le afectaba tanto, de esa manera tan exagerada?

Al final, Lázaro abrió de golpe la puerta de cristal esmerilado y entró.

El agua helada le cayó encima, logrando apenas contener ese fuego que amenazaba con consumirlo.

El sonido del agua era tan claro dentro de ese pequeño departamento que parecía retumbar en cada rincón.

Karina, de pie en la sala, lo miraba incrédula.

Esto...

¿Este tipo era una especie de peluche humano?

Pasaron unos minutos. El agua dejó de sonar y la puerta del baño se abrió.

Lázaro salió con una toalla rosa, la de Karina, enrollada apenas en la cintura.

Iba sin camisa, la piel bronceada aún cubierta de gotas que bajaban desde el pecho hasta perderse por el abdomen marcado, siguiendo el contorno de sus músculos hasta la línea profunda de la cadera.

El cabello le goteaba sobre los hombros, pero sus ojos trataban de aparentar que nada pasaba.

—Me dio calor, así que aproveché para darme un baño —dijo, haciendo una pausa antes de preguntar—: ¿No te molesta, verdad?

La mirada de Karina se desvió rápidamente de sus abdominales, sintiendo las mejillas arder, y negó con la cabeza.

De pronto recordó algo y detuvo al hombre justo cuando iba rumbo a la puerta.

—Espera.

Entró rápido al cuarto y sacó una bolsa de papel.

—He visto que siempre usas playeras —dijo, sin atreverse a mirarlo a los ojos mientras le entregaba la bolsa—. Así que... te compré un par de mudas de ropa.

La mirada de Lázaro bajó de sus orejas sonrojadas a la bolsa.

Guardó silencio unos segundos antes de tomarla.

Al hacerlo, sus dedos rozaron la mano de Karina. El contacto fue tan intenso que ambos se quedaron petrificados.

—Gracias.

La voz grave de Lázaro sonó tan baja que pareció retumbarle en el pecho, donde algo le golpeó con fuerza, como una ola enorme arrasando con su calma.

...

Capítulo 105 1

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