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Renacer en el Incendio: Me Casé con Mi Salvador romance Capítulo 126

La mente de Karina hizo un —bzzz—, como si un enjambre se hubiera soltado en su cabeza. De inmediato recordó la amenaza que su padre le había soltado por teléfono.

—¡Ahorita mismo te cancelo la tarjeta! Quiero ver cómo mantienes a ese bueno para nada que tienes de novio.

Hasta ese momento, ella pensó que solo era un arranque de enojo.

Resultó que sí era capaz de hacerlo.

Sebastián notó cómo el ánimo de Karina se desplomó en un segundo. Juntando eso con lo que acababa de descubrir, en seguida entendió lo que pasaba.

—Mira, Lázaro y yo somos casi familia. No te preocupes por el dinero, me lo das cuando puedas —le dijo, con un gesto comprensivo.

Luego miró su reloj.

—Ya es tarde, me voy retirando. Guarda bien los documentos.

Karina lo acompañó hasta la puerta. Cuando regresó, el enojo y la impotencia se le notaban en cada rasgo.

Sin resignarse, sacó su terminal portátil y volvió a pasar todas las tarjetas que tenía en la cartera, una por una.

Una tras otra, la máquina repetía su sentencia: —Transacción rechazada—. Cada intento fallido se sentía como una aguja clavándose en su pecho.

Lázaro, que la había estado observando mientras su desesperación aumentaba, por fin se acercó con paso decidido.

Le tomó la mano temblorosa con firmeza, sus dedos largos y cálidos deteniéndola.

—¿Aparte de lo de Sebastián, necesitas dinero para algo urgente?

Karina asintió, la voz llena de frustración que no podía contener.

—La nómina de SenTec lleva más de una semana atrasada. Les prometí que mañana les pago. ¡Y ahora mi papá me bloqueó todas las tarjetas!

Alzó el rostro, los ojos a punto de romper en llanto, aunque se negó a dejar que una sola lágrima escapara.

—¡Está haciendo todo para arruinarme! Jamás pensé que pudiera ser tan cruel conmigo.

—Antes de que mi abuelo muriera, me dejó un fondo de ahorro. Cada trimestre me depositan puntual en la tarjeta. Pero desde la última junta de accionistas, este trimestre no ha llegado nada. Ahora con las tarjetas congeladas… Seguro fue mi papá quien se quedó con ese dinero.

La mirada de Lázaro se tornó más oscura, fija en ella, escuchando sin interrumpir.

—¿Cuánto dinero es?

Karina dudó un segundo. Para Lázaro, esa cantidad podría sonar ridícula. Pero en su mundo, entre familias ricas, era el pan de cada día. ¿Le haría daño decirle la cifra? Sin embargo, al ver esos ojos profundos, supo que no podía callarse.

Inspiró hondo y se atrevió.

—Treinta millones.

Capítulo 126 1

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