El rostro de Karina estaba tan rojo que parecía que podría freír un huevo sobre él.
Él la miraba fijamente con una intensidad imposible de ignorar. Pasaron varios segundos antes de que, con toda la intención del mundo, soltara unas palabras:
—Ella está bien.
Apenas terminó, le encasquetó en los brazos el recipiente térmico con comida y se dio la vuelta para irse sin mirar atrás.
Karina se quedó pasmada.
—¿¡Ella!? ¿Quién es ella?
La furia le recorrió cada fibra. De verdad sintió ganas de lanzarle el recipiente directo a la espalda y ver si así reaccionaba, pero al final solo pudo inhalar profundo, tomar el recipiente con coraje y regresar a su oficina.
El portazo resonó fuerte.
En cuanto la puerta se cerró, afuera empezó el alboroto.
—¿Qué pasó? ¿Por qué la señorita Karina está tan enojada?
—¿Ya vieron? Se le ven los labios hinchados.
—¿Será que la besaron? ¡Eso sonó intenso!
—Yo digo que no está enojada, más bien anda apenada.
—¿No vieron el recipiente que traía? ¿A poco no será de su esposo de matrimonio exprés?
—¡No manches! ¡Con ese aguacero y él viniendo a traerle comida! Eso es consentirla de verdad.
Adentro, Karina miraba el recipiente sobre el escritorio, tan molesta que ni siquiera podía pensar en comer.
Agarró el celular y marcó directo a Belén.
Cuando contestaron, no se anduvo con rodeos:
—¡Quiero que me cuentes toda la historia amorosa de tu primo, de principio a fin! ¿Cuántas novias ha tenido ese sujeto?
Belén se quedó en shock con la pregunta.
—¿Eh? ¿Mi primo? ¿Novias?
Parecía que le estaban contando un chisme de otro planeta.
—Ay, Kari, ¿no será que todavía andas medio dormida? Mi primo lleva veintiocho años sin pareja, y vive más tranquilo que un monje. ¿De dónde va a sacar exnovias?
Karina replicó de inmediato:
—Eso no puede ser.


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