Entrar Via

Renacer en el Incendio: Me Casé con Mi Salvador romance Capítulo 186

Karina jamás imaginó que este hombre llegaría a ese extremo, tan directo, sin rodeos.

Por un momento se quedó callada, incapaz de pronunciar siquiera una palabra.

Lázaro tampoco esperó que ella respondiera.

Simplemente fue al mueble junto al clóset y abrió uno de los cajones pequeños.

Adentro, perfectamente alineados, estaban sus panties: blancas, verde pastel, rosa claro… puros colores tiernos, delicados.

Sin cambiar ni un poco la expresión, Lázaro empujó un poco a un lado las panties de Karina, haciendo espacio en el cajón.

Luego, metió sus propios boxers negros, acomodándolos con esmero en el área que acababa de liberar.

Karina presenció toda la escena y sintió cómo la rabia y la vergüenza le subían a la cabeza. Toda la cara se le puso roja.

Y lo peor era que sentía que no podía hacer nada para evitarlo.

¿Este hombre… de verdad iba en serio?

¿Así, así nomás, ya estaban viviendo juntos?

Solo de imaginar que tendría que compartir techo con él, le dolía la cabeza.

Encima, Lázaro aparentaba ser un tipo serio, hasta distante. Pero apenas llegaban a la cama… era como si se transformara en otra persona.

Como un lobo hambriento, insaciable.

Antes, cuando ni siquiera habían pasado de ciertos límites, ya perdía el control de vez en cuando. Ahora que ya habían cruzado esa línea…

Karina apenas recordaba la locura de la noche anterior y no podía evitar preocuparse por su propia supervivencia.

Mientras su mente daba vueltas, Lázaro ya había entrado al baño. Se le escuchaba acomodando sus cosas: el cepillo de dientes, la pasta, su desodorante, todo en orden.

Karina aprovechó el momento para ir a la puerta y recoger la comida que había pedido.

Apenas se sentó a la mesa y abrió la caja, Lázaro salió del baño. Su mirada fue directo al paquete de comida frente a ella.

—¿No has cenado? —preguntó.

Karina asintió.

—¿Y tú? ¿Ya comiste?

—Como no llegabas, me traje unos fideos instantáneos.

Karina se detuvo en seco.

O sea, ¿él ya había venido antes, no la encontró y se fue de vuelta a su departamento?

Lázaro, al ver que ella no había pedido comida rápida ni nada ultraprocesado, no dijo nada más y se sentó justo enfrente.

Y entonces, se le quedó viendo. Sin parpadear, sin moverse.

Karina sentía su mirada clavada en ella, tanto que hasta masticar se le volvió incómodo.

—Toc, toc—

El golpeteo en la puerta del estudio la hizo brincar. Casi se le cae el bolígrafo de la mano.

La voz de Lázaro llegó a través de la puerta, ronca y grave.

—¿No piensas dormir? ¿O ya no trabajas mañana?

—Ya casi, ya casi —contestó Karina, con la voz tan temblorosa que hasta ella lo notó.

Se quedó ahí, dando vueltas, hasta que no le quedó más remedio que salir.

Fue al baño a lavarse y, al ponerse la pijama, dejó puesta la ropa interior, como si así pudiera marcar una última frontera.

Cuando salió, lo vio recostado de lado en la cama, usando una bata negra que le caía suelta y cómoda, el celular en la mano.

La luz amarilla de la lámpara dibujaba las líneas de sus músculos en el pecho, dándole un aire irresistible…

Karina, nerviosa, desvió la mirada de inmediato.

Con la voz apenas audible, preguntó, casi como un susurro:

—¿De verdad… vamos a vivir juntos?

Lázaro levantó la mirada del celular, la observó y arqueó un poco la ceja.

—¿No quieres que vivamos juntos?

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Renacer en el Incendio: Me Casé con Mi Salvador