Víctor, con una expresión de “no cantes victoria tan rápido”, se guardó el chip en la mano.
—Puedo aceptarte como mi aprendiz —soltó el viejo, resoplando—, pero hay dos condiciones. Cumple una y ya.
—La primera, entra como mi alumna directa de posgrado en la Universidad Villa Quechua. La segunda, tráeme una medalla de oro en el concurso internacional de IA de fin de año.
Cerró el estuche con cuidado y lo apartó.
—Consigue una de las dos, y este chip será tuyo de verdad. Hasta entonces, yo lo guardo por ti.
Lejos de intimidarse por semejantes condiciones, Karina sintió que la sangre le hervía. Era como si todo su cuerpo se encendiera con el reto.
Se inclinó profundamente, con total solemnidad.
—Maestro, puede estar seguro: no voy a defraudarlo.
...
De regreso en su departamento, Karina no cabía de felicidad; hasta ganas le daban de ponerse a cantar.
Se puso el delantal y preparó costillas en salsa roja y unas chuletas agridulces.
El aroma de la carne llenaba todo el lugar cuando la cerradura de la puerta sonó.
Lázaro, vestido con ropa negra de entrenamiento, apareció como un perro grande que siempre vuelve a casa a tiempo, ya bien acostumbrado a llegar por comida.
Después de cenar, el tipo se recostó en el sillón y preguntó:
—¿Bajamos a caminar? Para bajar la comida.
Karina, de inmediato, recordó la noche anterior y cómo él le había tomado la mano mientras caminaban por el parque.
Sin pensarlo, soltó:
—No, paso. Mejor me quedo a leer un rato.
Hizo una pausa y agregó:
—Además, en el parque hay un montón de moscos. No quiero salir otra vez a que me piquen.
Lázaro no insistió. Se levantó, listo para irse.
—Espera —Karina lo detuvo de pronto.
Él se giró. Sus ojos profundos la miraron bajo la luz, poniéndola algo nerviosa.
Karina carraspeó, tratando de sonar tranquila.
—¿Este sábado en la tarde tienes tiempo? Mi mamá quiere conocerte.
Lázaro guardó silencio un segundo y luego asintió con voz baja.
—Sí, puedo.
Karina suspiró aliviada.
—Perfecto. Te paso la dirección más tarde.
...
A la mañana siguiente, en cuanto Karina llegó a la oficina, vio que le había llegado un correo de Panorama de Casa.
[¡Un placer trabajar juntos!]
En ese instante, en SenTec todos se alborotaron.
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