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Saludo al General romance Capítulo 90

Félix, Juan y los demás dejaron escapar unas risitas mientras que Juan le advirtió en tono de burla:

—¡Sigue vanagloriándote! Te doy una hora. Si la pianista no aparece para entonces, pierdes.

Nataniel respondió con calma:

—¿Una hora? Solo tengo que hacer una llamada telefónica y vendrá corriendo.

Félix y sus amigos volvieron a estallar en carcajadas mientras se burlaban de Nataniel por fanfarronear. Incluso Penélope se puso nerviosa al sentir que su esposo estaba alardeando demasiado.

«Lucero estaba tocando para el alcalde y un grupo de líderes. ¿Cómo era posible que una llamada telefónica de Nataniel la hiciera dejarlos plantados y venir corriendo? Incluso si estuviera dispuesta a hacerlo, el alcalde y los demás líderes nunca permitirían que eso sucediera».

Sin embargo, Nataniel sacó su teléfono móvil con confianza y llamó a César. Lo único que dijo fue:

—Por favor, haz que la Señorita Lucero, la pianista, venga al Hotel Imperio en diez minutos a tocar una canción para mi mujer. —Después de eso, colgó.

Todos comenzaron a reírse a carcajadas de nuevo y Juan continuó ridiculizándolo:

—Je, je. Este señorito es bastante bueno fingiendo, ¿verdad? Podría habernos engañado fácilmente. ¿Dijiste que traerías a la Srta. Lucero en diez minutos? ¿No sabe que esta es hora de mucho tráfico? Aunque viniera corriendo, tardaría al menos media hora.

Félix se rio y dijo:

—Ya que quiere presumir sin importar las consecuencias, que lo haga; siempre que cumpla su promesa cuando pierda la apuesta.

Entonces, Juan miró a Nataniel con odio y dijo:

De repente, casi todas las miradas se posaron en Nataniel sorprendidas. Efectivamente, había conseguido que la Señorita Lucero abandonara el evento y viniera de prisa en el helicóptero del alcalde con una sola llamada telefónica. «Vaya, ¿cómo lo hizo? ¡Debía ser alguien extraordinario!». Incluso Félix se quedó mirando a Nataniel con los ojos muy abiertos. Apenas podía creer lo que estaba pasando delante de él.

La preocupación en el rostro de Penélope desapareció. Ahora se notaba su mirada de asombro. Miró a Nataniel sin poder dar crédito a lo que sucedía y le dijo emocionada:

—Nataniel, la Señorita Lucero está aquí de verdad.

Él respondió sonriente:

—¿No te dije que la haría venir a tocar para ti todo el tiempo que quisieras?

La joven apenas podía borrar su radiante sonrisa de su hermoso rostro.

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