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Tu Tío en mi Cama: El Inicio de mi Venganza romance Capítulo 1

El crematorio.

Junto al enorme retrato en blanco y negro, se amontonaban coronas de flores y listones de luto.

Los invitados, con semblante solemne, se acercaban uno a uno frente a la fotografía para presentar sus respetos.

—Señor Quiroga, señora Quiroga, que en paz descansen.

—Nadie puede revivir a los muertos, señorita Quiroga. Le damos nuestro más sentido pésame…

Wendy Quiroga, arrodillada frente a los retratos de sus padres, se sentía completamente vacía, con el alma hecha cenizas.

Una semana atrás.

Un accidente de carro se había llevado a sus padres.

Y con ellos, también se fue su único hijo.

Su mundo… se había derrumbado por completo.

—Los familiares pueden dar el último adiós.

—Señorita Quiroga, su esposo aún no ha llegado. ¿Desea que esperemos un poco más?

—No es necesario, que el funeral continúe como está planeado —la voz de Wendy era un susurro ronco, su expresión perdida, adormecida por el dolor.

Sus padres estaban a punto de ser sepultados.

Y su esposo, Dante Santillán, no había aparecido ni un solo instante.

Incluso se había llevado el cuerpo de su hijo para salvar a su bastardo y a su bastarda.

Las córneas de su niño fueron donadas a la hija ilegítima de Dante; su corazón, a su hijo ilegítimo.

Ni siquiera pudo ver el cuerpo de su hijo una última vez; hasta eso se convirtió en un lujo inalcanzable.

Diez años de matrimonio, y lo había perdido todo de la forma más miserable.

Y lo más ridículo de todo…

La mujer que le arrebató a su marido era la hija de la sirvienta de su casa, aquella a quien consideraba su mejor amiga, su confidente: Begoña Mora.

No fue hasta que los encontró en la cama, a él y a Begoña, que despertó de su pesadilla.

El amor de su esposo siempre había sido para Begoña. La razón por la que se casó con ella no fue otra que el poder y el prestigio de su familia.

—Papá, mamá, les fallé. Me arrepiento tanto de no haberlos escuchado, de haberme empeñado en casarme con Dante.

—Si tuviera otra vida, les juro que les haría caso en todo…

¡Dong!

Las lágrimas de Wendy no paraban, y un dolor agudo le estrujaba el corazón. Golpeó su frente con fuerza contra el suelo y permaneció arrodillada, sin moverse.

—…Señorita Quiroga, señorita Quiroga, ¿se encuentra bien?

Para cuando el maestro de ceremonias y los empleados se dieron cuenta de que algo andaba mal, Wendy ya había dejado de respirar. Su corazón se había detenido.

Así, sin más, murió.

Frente a los retratos de sus padres.

A los treinta años, en la flor de la vida…

Cuando Wendy recuperó la conciencia, sintió que alguien la levantaba y la arrojaba con fuerza sobre una cama mullida.

¡Pum!

Un hombre alto y corpulento se abalanzó sobre ella.

—¡Ah! —soltó un grito ahogado y despertó de golpe.

Sentía un peso enorme sobre su cuerpo.

Un aliento ardiente la envolvía, mientras unos besos salvajes y dominantes le robaban el aire.

Dicho esto, se acercó a él y, con torpeza, buscó sus labios.

—¡Largo!

—César, te entrego mi primera vez como una forma de expiar mi culpa. No necesitas hacerte responsable de nada…

La respiración de César se volvió errática; estaba a punto de enloquecer por el tormento.

Luchó, se contuvo, pero al final, perdió el control por completo…

El efecto de la droga era devastador.

La pasión se prolongó hasta que el cielo comenzó a clarear.

A las seis de la mañana, César por fin encontró alivio y, exhausto, cayó en un sueño profundo.

Wendy sentía que su cuerpo estaba a punto de desmoronarse; varias veces estuvo al borde del desmayo.

Pero se obligó a mantenerse despierta.

Sabía que, en cuanto amaneciera, Dante llegaría con un séquito de gente para exhibirlos.

Ahora que lo pensaba, todo había sido una trampa perfectamente orquestada por él.

Esta vez, no dejaría que su plan tuviera éxito.

Wendy soportó un dolor que parecía romperle los huesos y, con esfuerzo, se levantó para vestirse, dispuesta a marcharse.

Seguramente, Dante había dejado gente vigilando la puerta.

Si salía por ahí, la descubrirían al instante y no tendría cómo defenderse.

Así que no usó la puerta.

En su lugar, se deslizó por el balcón y, con sumo cuidado, trepó por el conducto de ventilación exterior hasta el balcón de la habitación contigua. Desde allí, abandonó el hotel sin que nadie la viera.

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