Un Amor Enterrado por Secretos romance Capítulo 16

Pronto llegó el día de la operación y Laura yacía nerviosa en la sala de cirugía.

A pesar de toda la preparación, no podía evitar preocuparse.

Parecía querer decir algo, pero Manuel la interrumpió con una sonrisa tranquilizadora:

—No pienses en nada, solo duerme un poco y será suficiente.

Esas palabras parecían poseer un poder mágico que logró calmarla; Laura asintió y respiró profundamente para indicar que estaba lista.

La anestesia fue inyectada en su brazo y pronto comenzó a sentir somnolencia. En el último instante antes de perder la conciencia, alcanzó a ver a Manuel inclinarse para besar su frente y susurrarle algo al oído.

Pero no pudo escuchar sus palabras, pues sus ojos se cerraron bajo el efecto de la sedación.

Cuando abrió los ojos nuevamente, el techo de la casa de Manuel fue lo primero que vio, indicándole que la operación había concluido.

¿Y sus piernas? ¿Había sido un éxito o un fracaso?

Impaciente, intentó sentirlas, pero quizá porque la anestesia no se había disipado del todo, seguía sin percibir dolor ni ninguna otra sensación, igual que antes.

Esto la puso nerviosa, y lentamente levantó una mano para tocar sus piernas, aunque apenas había movido los dedos cuando una mano cálida y firme la detuvo con delicadeza.

—No te apresures, acabas de salir de cirugía y necesitas recuperarte. —Dijo Manuel, sentado al borde de la cama con expresión cansada.

—¿Fue exitosa?

Preguntó Laura con voz temblorosa.

Manuel guardó silencio un momento, y Laura forzó una sonrisa tratando de tranquilizarlo.

—No importa. Todos decían que no se podía curar; ya has hecho demasiado por mí, y era normal que pudiera fallar. No te culpes.

Añadió rápidamente, sin saber si intentaba consolar a Manuel o a sí misma, balbuceando frases inconexas para aparentar que una operación así podía fracasar normalmente. Pero su inquietud la delataba, pues en el fondo, más que nadie, deseaba conocer el resultado. Sin poder evitarlo, las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, humedeciendo lentamente las sábanas.

Manuel, resignado, sonrió suavemente y le pellizcó la mejilla con cariño.

—Gracias, Manuel, de verdad, muchas gracias.

Él la abrazó estrechamente, como si tratara de aliviar todos los agravios sufridos en esos años. Laura se refugió en sus brazos y lloró desconsoladamente.

No supo cuánto tiempo pasó ni cuántas lágrimas derramó, solo que afuera ya había oscurecido, y Manuel seguía abrazándola tiernamente, sin mostrar ningún signo de cansancio. Cuando finalmente se calmó, apoyó suavemente su cabeza sobre los hombros de Manuel, frotándose contra él con ternura.

—Antes dijiste que me contarías un secreto.

Manuel asintió con una sonrisa divertida al ver sus ojos hinchados por el llanto.

—Pensé que ya lo habías olvidado.

Laura se ruborizó y rápidamente cubrió su rostro, avergonzada.

Manuel la tomó entonces de la mano y, paso a paso, la guio hacia una habitación que jamás había sido abierta.

—Todo lo que deseas saber está ahí dentro. Ve y descúbrelo tú misma.