Un Amor Enterrado por Secretos romance Capítulo 18

Durante el proceso de recuperación, la actitud de Manuel siguió siendo la misma de siempre, aunque ciertos sentimientos comenzaron a cambiar de forma sutil.

Una noche invitó a Laura a cenar en un reservado situado en el piso noventa y nueve, un lugar tan elevado que parecía posible tocar las nubes y la luna, creando un ambiente tan romántico que resultaba sorprendente.

—Es la primera vez que vengo a este restaurante, es realmente hermoso.

Elogió Laura con sinceridad, mientras su mirada se perdía en la impresionante vista del exterior.

Ahora que se estaba recuperando bien, ya podía moverse sin ayuda.

Manuel sonrió y presionó el timbre que estaba sobre la mesa. Al instante siguiente, un camarero entró empujando un carrito con un pastel.

La mirada de Laura se volvió aún más suave.

—Este es mi regalo para ti.

Lo dijo mientras le mostraba el pastel, donde se leía: [Deseando a Laura un pronto regreso al escenario.]

Otro día, fueron a dar un paseo en bote de rafting.

Las turbulentas aguas empujaban velozmente su pequeña embarcación.

Salpicando capas de agua alrededor.

Inicialmente, Manuel se había opuesto a esta actividad por los riesgos que implicaba.

Pero Laura, astutamente, le preguntó:

—Si hay peligro, ¿me protegerás?

Manuel quedó sin palabras; sabía perfectamente que, si algo sucediera, protegería a Laura a toda costa, nunca permitiría que volviera a sufrir ningún daño.

Laura disfrutó enormemente del paseo; el agua fría empapaba su ropa, pero ella no sentía fría, únicamente emoción.

En un giro brusco, perdió el equilibrio y cayó en los brazos de Manuel, apoyándose en su sólido pecho, mientras él la sujetaba cuidadosamente.

—Cuidado, la corriente aquí es muy fuerte.

Al escuchar la advertencia preocupada de Manuel, Laura no pudo evitar reír, abrazándose naturalmente a su cintura y refugiándose en sus brazos para evitar las salpicaduras. Luego, se rio sin parar al ver el cabello de Manuel, normalmente impecable, ahora completamente desordenado por el agua.

Manuel, sorprendido, también sonrió con ternura junto a ella.

Durante la última etapa de su terapia, Manuel llevó a Laura al mayor teatro de danza de Tarcania.

Ya estaba prácticamente recuperada, aunque aún no podía realizar esfuerzos excesivos por el riesgo de recaída; no obstante, una breve danza no supondría problema alguno.

Laura, quien antaño había sido una bailarina de élite, se emocionó profundamente al vestir nuevamente su traje de actuación.

En aquel escenario vacío, bailó con gracia, semejante a una mariposa revoloteando al sol, ganándose los elogios entusiastas del maestro.

—¡Magnífico! Tiene muchísimo potencial. Manuel, me has traído una promesa excepcional. ¡La señorita Laura sin duda se convertirá en una figura popular en nuestro teatro!

Laura sonrió tímidamente, con las mejillas sonrojadas: