Una curvy para el Alfa romance Capítulo 103

— Aquí dice que Sebastián está revisando el tema. Que sabe que Mariela había tenido planes de irse, pero que finalmente no los ha ejecutado— leía en voz alta y se queda preocupada. Connor se acerca y se coloca en su regazo.

— Sé que... él está haciendo todo para resolver tantos problemas. Eso solo que mi amiga... tampoco tiene a nadie y cuando llegué al pueblo... era casi tan joven como yo y nos hicimos muy amigas. Yo siempre intenté protegerla, y desde que la conozco es la primera vez que la he dejado sola— dice ella triste y Connor suelta un sollozo. Le vuelve a indicar la carta.

— ¿Me quieres decir que él tiene un plan?— y el lobo se mueve por el cuarto dando vueltas, y salta en un mismo sitio.

— ¿La traerá aquí?— el lobo vuelve a ella a colocarse en su regazo.

— ¿De verdad?— pregunta ella feliz y casi llorando, mientras Connor se apretuja a ella.

— Gracias... sería maravilloso—

Por supuesto que esa era la única opción que tenía. No era bien visto traer algún humano que no fuera un mate, pero yo por ella haría todas las concesiones del mundo.

El lobo le prepara la cama, y le aparta las cobijas para que ella se acueste. Ella deja la caja con las cartas a un lado, se ve que han despertado su curiosidad, viendo todo lo que hay ahí, pero hace lo que le indica Connor.

— Está bien dormiré, ¿te quedarás conmigo un tiempo más? Supongo que tienes más cosas que hacer— dice acariciando al lobo. Connor asiente.

— Espero verte en la mañana. Mi lobo hermoso… mi mate— dice ella y se duerme.

Mate.

— Es la primera vez que nos dice así— indica mi lobo, loco de felicidad. Es verdad… nos dijo mate. Su mate.

Yo veo que sus ojeras van cediendo poco a poco, y que su piel y su cabello vuelven a brillar. Connor y yo nos quedamos ahí, viéndola, extasiados. Apreciando su belleza, su dulzura mientras duerme, la forma en que sus manos toman la cobija, y como sus labios quedan entreabiertos mientras descansa.

— Tenemos que movernos amiguito... — digo al lobo y él refunfuñando sale de la habitación.

En mi forma humana la veo desde la puerta, deseando tocarla, soñando con que me sonría. Cosas que había dado por garantizadas, pero que no tienen precio.

— Supongo que estás más tranquilo— dice mi beta cuando vamos saliendo de la manada.

— Sí... ella está mucho mejor — él me mira sospechando que me traigo algo entre manos. Nos dirigimos al pueblo donde algunos de mis centinelas me tienen una información.

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