Una curvy para el Alfa romance Capítulo 106

Sebastián

— ¿Cómo? ¿Qué… quieres decir con eso? ¿Quieres que me vaya de la manada?— pregunta ella con expresión desconsolada.

— Yo no debí traerte aquí, has sufrido demasiado y yo...— digo apurado.

— ¿Me estás echando de nuevo?— pregunta con ojos llorosos.

¡No, no! ¿Cómo puede pensar algo así? Yo tomo su cara con desesperación.

— ¡Por supuesto que no! ¡Si me duele solo de pensar en que te alejes! Pero están sucediendo cosas demasiado extrañas con nuestros enemigos y tengo terror de que algo te pase. Tú querías estar lejos y yo te negué esa opción antes de siquiera pensarlo... — digo y veo que ella llora.

— Yo… — dice angustiada.

— ¿Entiendes que yo haría lo que fuera porque fueras feliz? Para que no sufrieras más mi amor. He sido un egoísta, un desconsiderado y un patán. Tú has tenido la razón siempre, he sido un alfa mediocre, egocéntrico e irrespetuoso. Mi abuela dice que un Alfa no es el más poderoso, ni el que toma todo en primer lugar. Al contrario, es el que se encarga de que todos estén bien, come de último, se para de primero en la pelea, se sacrifica por otros. Y yo debí ponerte a ti de primero— le digo y ella parece conmocionada.

— ¿Pero irme...? Tiene que haber otra forma…—

— Mi padre está en contra esta relación, otros en la manada capaz lo apoye. Has sufrido aquí, y yo no puedo verte mal. Marco ha estado trabajando en el pueblo desde hace mucho más tiempo. No sé quiénes son mis enemigos ahora Tatiana... y si hay un lugar donde puedas estar segura... tengo que intentarlo—

— ¡Pero dijiste que ibas a estar débil sin mí y eso podía afectarnos en todo! — dice desesperada.

— Sí, pero de saber que tú estás bien y segura... me va a dar las fuerzas que necesito mi mate— le digo.

Yo lo había pensado, lo había meditado muy bien. Ella se enfermó por todo el malestar que sufrió aquí, por el secuestro por parte de Marco, de preocuparse de sus amigos, de lo que le hizo la gente de mi propia manada. Y todo era mi culpa, y yo podía solucionarlo, simplemente no había querido. Yo era una vergüenza.

— Pero Sebastián...yo sé que yo dije de irme, pero ahora… yo sé que fui muy terca y...— dice triste.

— Esto es por el bien de todos y sé qué tienes tus dudas. No importa quién tenga la razón, sino que estemos mejor. No me importa ceder ni dar mi brazo a torcer, porque el amor es dejar libre y dar, incluso para un alfa testarudo como yo...— digo y ella llora. Yo la abrazo y la acurruco en mi pecho. Mi corazón late salvajemente.

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