Una curvy para el Alfa romance Capítulo 109

— Es hora de ver que tiene tan especial esta estúpida humana, ¿por qué todos te desean?— preguntaba ella y veía que tenía los ojos rojos, la piel casi gris y el cabello era una mata de mechones negros.

— ¡Déjame!— yo gritaba cuando ella se acercó a mí y me levantó por la camiseta. Yo pataleaba, intentaba pegarle, pero sabía que no era contrincante para esta mujer.

— Un alfa con una humana tan ordinaria... incomprensible. Pero te llevaré y me ganaré una buena recompensa— decía ella sonriendo con malicia.

— ¡Maldita sanguijuela!— grito y le pego con el arma y ella me suelta.

Pero mientras intentaba escapar inútilmente, ella me agarraba de la pierna, me jalaba por el cabello y fue directo a mi cuello. Cerré los ojos esperando lo peor, pero en cuanto sentí su aliento ahí, la escuché gritar desesperada, un chillido de dolor espantoso.

Luego escuché un gran rugido, y cuando abrí los ojos, la vampira estaba hecho pedazos, y mi alfa… aparecía victorioso.

— ¡Sebastián!— él estaba completamente ensangrentado, en su forma humana y caía de rodillas.

— Mi mate... mi hermosa mate…— decía él tocando mi cara mientras yo lloraba.

— Wolfsbane... en balas y en ese humo... ellos están totalmente preparados— decía él estrujándose los ojos, mientras yo lo ayudaba a levantarse y lo recostaba del árbol.

— Estás herido…— decía viéndolo. Parecía que no le habían disparado, pero la pelea había sido brutal.

— Vas a estar bien... necesitas descansar— decía yo limpiándolo con pequeño pañuelo, viendo sus ojos enrojecidos.

— Quédate aquí conmigo…— decía atrayéndome y nos colocábamos dentro de ese hueco en el árbol.

— La comunicación con la manada no funciona... estamos aislados y espero que no hayan atacado a la manada…— decía él jadeando.

— Henry llegará a avisarles... espero que los demás estén bien— le decía y ahí en su pecho me quedé hasta que me dormí.

Y cuando el sol de la mañana me despertó por segundos, no sabía si lo que había sucedido fue real hasta que me di cuenta de que seguía prácticamente dentro del tronco de un árbol.

— ¿Sebastián?— preguntaba con miedo de no tener respuesta. Pero ahí estaba él.

— Tatiana... aquí estoy— respondía él... y me parecían las palabras más maravillosas del mundo.

— No quería moverme hasta que despertaras…— dijo.

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