Una curvy para el Alfa romance Capítulo 112

Sebastián

Esta cabaña perdida era la felicidad, tener a mi mate deseándome, llamándome su alfa, su mate… era el paraíso.

Su piel estaba tibia y yo solo podía pensar en tenerla. Estábamos en el medio de la nada, perseguidos, enemigos por doquier, nos salvamos por los pelos… y yo solo pensaba en que la quería.

Mis manos iban a sus piernas desnudas y yo cerraba mis manos en sus tobillos, subía por sus pantorrillas, doblaba en sus rodillas, acariciándolas, y me adentraba suavemente en sus muslos, tocando cada parte con fervor, con una veneración que nunca había sentido.

Mordía su piel suave y apretaba su cuerpo con locura, iba a su trasero y tocaba con las palmas de mis manos bien abiertas.

—Tus curvas infernales… me tienes loco— le susurraba.

Sentía la tela de su ropa interior y ella temblaba. Mis manos seguían por su suave torso, bajo la camiseta. Sentía sus costillas, su cintura, sus curvas me recibían y un rugido salía de mi pecho.

Ella me había hecho perder la cabeza de formas tan diferentes una de otra. Era mi obsesión y deseaba tenerla tan cerca de mí, que fuera parte de mí. Quería dominarla, ser de ella, marcarla, quería tantas cosas.

Mis manos seguían subiendo y notaba que no tenía brasier y fui directamente a sus pechos, que hacían que mi cuerpo palpitara y suspiré de placer. Sin pensarlo más, tomé el borde de su camiseta y se la levanté por encima de su cabeza.

Ahora ella estaba sentada sobre la cama, prácticamente desnuda para mí. Mis manos estaban ahora en sus muslos, presionando sus piernas.

Me quedé con la boca abierta y mis ojos dándose el mejor festín. Ella me observaba con deseo, Tatiana era sensual hasta sin proponérselo.

—Eres hermosa mi mate… te deseo tanto que me duele— le digo.

Yo pasaba mis dedos por el borde de su ropa interior, subía por su vientre, su ombligo, mientras me inclinaba sobre ella y besaba su abdomen. Tatiana se dejaba caer en la cama, y seguí mi camino hacia arriba, besando sus costados y besaba sus pechos mientras me apoyaba en su cuerpo.

—Tu olor me está volviendo loco…— le decía, cuando su perfume me hacía agua la boca.

Ella jadeaba y suspiraba sin control, yo estaba obsesionado, había soñado tanto con tocarla, tenerla así de nuevo a mi alcance… así que me dediqué a su piel un buen tiempo.

—Sebastián… te necesito— decía ella y gemía, recostando su cabeza de un lado, como si no pudiera aguantar más, como si no pudiera controlarse.

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