Aníbal
La diosa luna realmente se había equivocado. No había forma de que esa chica fuera mi Luna. Mi hermano había muerto; él era el verdadero heredero y yo nunca fui criado para esto. Y por cosas del destino, ahora ese iba a ser mi rol, un alfa… y había encontrado a mi mate destinada.
Podría aparecer para cualquiera que era una bendición encontrar a mi mate verdadera, pero no lo era. Parecía ser un castigo.
¿Y entre todas las mujeres que había en la manada... tenía que ser ella? ¿Ella?
No solo Carmen no tenía lobo, que era lo más grave que podía haber en nuestra cultura, sino que era una mujer fea, desgarbada, llena de cicatrices, peor que una basura. Su corazón se sentía débil y siempre pensamos que no iba a sobrevivir mucho.
Era la chica que golpeábamos, de quien nos reíamos, que la hacíamos limpiar nuestros desastres. El eslabón más débil, el miembro más frágil y endeble de todos los lobos. Y era mi mate, tenía que ser un chiste. ¡Tanto esperar para esto!
Con todo y eso sentí un dolor tremendo cuando la rechacé. Mi lobo había llorado en silencio y jamás lo había sentido así. Por las noches recordaba la mirada de Carmen, su tristeza, el cómo estaba casi muerta en mis brazos... y a veces pensar en ella era lo único que me hacía dormir.
Pero nadie podía enterarse de esto; de que la chica fea sin lobo era mi mate… me moriría de vergüenza.
—Ella es hermosa... nunca debimos rechazarla—decía mi lobo, Axel, quien seguía adolorido con mi decisión.
Rugía todo el tiempo y me rogaba volver de nuevo al bosque a buscarla, temía por la seguridad de ella, aunque yo ahora mantenía a los demás chicos alejados de ella. Carmen había sobrevivido por años a maltratos y penurias… estaba acostumbrada.
—¿Estás escuchando lo que tengo que decir, muchacho? ¿O tengo que estarte repitiendo todo? Desde hace días tienes la cabeza en las nubes… ¡Bueno para nada!—me preguntaba mi padre.
Volver a casa era difícil, especialmente cuando había vuelto el hijo que él menos apreciaba. No era un secreto para nadie, que él prefería que yo hubiese muerto en vez de su querido Pablo, el verdadero alfa.
—Estoy atento, padre... me estabas hablando de los siguientes pasos para que yo sea presentado como Alfa...—
—Así es... no esperes una gran ceremonia... no hay nada qué celebrar—decía, molesto, mientras yo intentaba aguantar su maltrato.
—Como digas…—le dije suspirando.
—También tenemos que buscarte una Luna... con tu hermano llegamos solo a algunas negociaciones y ahora tenemos que comenzarlas de nuevo, puesto que... los alfas seguramente lo pensarán dos veces antes de darle sus hijas a un alfa segundón...—
—Pero yo soy un Alfa... ¡Tengo sangre de Alfa!—dije.
Mi padre, Alfa Ares, nunca fue un hombre amable ni considerado, mucho menos conmigo. Ahora, si era posible, estaba peor. Él me toma por el cuello de mi camisa y casi me levanta.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Una curvy para el Alfa
La estoy matando, pero necesitamos los capítulos que siguen por favor...
Apasionante, mas capitulos!...
Me encanta...