Una curvy para el Alfa romance Capítulo 152

Sebastián

Los ojos preciosos de mi mate, su sonrisa cuando le digo que es hermosa y le comento cuáles partes de su cuerpo me vuelven loco. La mayoría de las veces creo que realmente no cree que yo diga la verdad, pero no hay verdad más real que yo la amo, cada parte de ella.

Mi mate cuando duerme abrazando parte de la cobija, la comida que hace y el sabor de sus salsas. Lo nerviosa que se pone cuando yo me acerco. Su olor, su abrazo, sus palabras sabias. Su amor.

Pensar en ella es lo único que me tenía cuerdo. Me había quedado, no sé cuánto tiempo viendo donde ella se había marchado. Los había expulsado de la manada, esta vez a ella por una razón justa: mientras más lejos estuviera de mí, más segura estaría.

Y si ella vivía... todo estaría bien, inclusive si yo perdía mi propia vida.

No supe más de David, y cada vez que lo mencionaba recibía un golpe de mi padre, y, sin embargo, era obvio que Antonio estaba molesto, conflictuado por lo que había pasado.

No sabía de Noemí, Martín, ni de ninguno de mis guerreros. Todas las personas que veía respondían a mi padre y a Antonio, la mayoría ni siquiera eran de mi manada, gente de Marco, estaba seguro.

Me tenían completamente drogado con wolfsbane, lo que hacía que mis heridas sanaran más lentamente. Yo aguantaba el dolor, mientras dejaba descansar a mi lobo. Él en algún momento despertaría, y cuando lo hiciera tenía que estar preparado.

Por lo tanto, hacía como que estaba mucho peor, para que me creyeran débil y siguieran confiados. Y yo, mientras tanto escuchaba, estaba atento a toda la información que podía recabar.

Nosotros habíamos interrumpido sus planes, aun cuando el resultado había sido casi el mismo: yo en sus manos, débil y con la manada prácticamente a sus pies. La gran diferencia es que no tenían a Tatiana. Aún no la tenían.

—¿Dónde demonios está esa humana? ¡No puede haber ido muy lejos! ¿Cómo es posible que unos guerreros no puedan contra una mujer rechoncha?— escuchaba gritar a mi padre. Ese era mi único consuelo y yo le rezaba a la diosa luna que eso se mantuviera así.

Lo otro que se interponía en sus planes, era Janet. Ella no quería emparejarse con Marco.

—¡Tienes que irte con Marco! ¡Tienes que hacerlo o juro que usaré la fuerza, hija!— Escuchaba a Antonio gritar. Había golpes y ella no se quedaba callada.

—¡No lo haré! ¡No puedes obligarme!—

—¡Es responsabilidad de una mujer loba de hacer lo que su manada necesita! ¡Los alfas y betas se sacrifican y tú también lo harás!— gritaba Antonio y parecía que la empujaba contra la pared.

—¿No entiendes que ya sospechan de ti? Saben que tienes que ver con que la humana se haya escapado... olías a ella, te vieron con ella... si eso se llega a comprobar Janet... juro que…—

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