Fabrizio
—¿Tiene invitación? ¿El rey pidió por usted?—
—Estoy aquí para informar a su majestad sobre graves problemas muy cerca de aquí— respondo.
—¿Un vampiro? ¿Qué tendría para comentar un vampiro con su majestad?— me pregunta el soldado en la entrada.
—Eso es algo que solo comentaré con su majestad directamente— digo yo mientras el hombre lobo resopla con disgusto, pero finalmente soy conducido por el pasillo del Castillo.
Pocos lugares cambian tan poco con el paso del tiempo como el castillo del rey de los lobos. El tiempo pasaba y la humanidad cambiaba y dentro de estas paredes seguía siendo igual. Era todo sombrío y como si perteneciera a otra época, una que ya había dejado de existir hace mucho tiempo.
Alaric era tan antiguo como yo mismo, quizás más y si bien era uno de los hombres lobos originarios, poco cumplía su rol.
Quizás porque era un rol que no quería y que fue obligado a tener simplemente por sobrevivir indefinidamente. Tampoco hacía uso de su poder y pocas cosas le emocionaban. Así que mi trabajo aquí consistía en despertar su curiosidad.
Todos los guardias me veían muy de cerca, pero obvio que no me conocían. Habían pasado ya muchas décadas desde que yo había venido. No siempre había sido pidiendo ayuda, más que todo intentaba buscar la paz entre nuestras especies.
Encuentro al rey en el salón de guerra, sentado muy cerca, una mesa con varios papeles, con los pies apoyados en una actitud completa de desparpajo. Solo lo acompañan dos guerreros lobos, una mujer de piel morena y un hombre alto y pálido. Ambos me miran con curiosidad.
—No puedo creer que vienes a visitarme... Fabrizio— me decía.
Si bien yo no tenía miedo de los hombres lobos, sin duda este era un espécimen especial. Alaric tenía el cabello largo, oscuro y parecía un hombre frío y amargado, con el ceño fruncido y vestido con un traje antiguo, digno de un rey.
—Su majestad…— digo haciendo una pequeña referencia, él bufa.
—Por favor dejémonos de tonterías Fabrizio... me gustaría saber el objetivo de su visita, después de tanto tiempo. Sé que me vas a tratar de enredar con tus palabras, pero te conozco muy bien— dice levantándose. Los guerreros ni se mueven.
Olvidaba que era un hombre bastante musculoso, alto y fuerte. Se corrían en rumores de que cuando existían batallas hace tiempo él era capaz de destruir hombres de un solo golpe y yo francamente no tenía intenciones de probarlo.
—No quiero hacer perder tiempo a su alteza…— digo.
Comentários
Os comentários dos leitores sobre o romance: Una curvy para el Alfa
La estoy matando, pero necesitamos los capítulos que siguen por favor...
Apasionante, mas capitulos!...
Me encanta...