Una curvy para el Alfa romance Capítulo 177

—¿Quieren probar de lo que tengo para ustedes bestias anormales?— pregunta él, cuando uno de los rogues se le viene encima y caen al suelo, él lo toca con la pistola eléctrica y el lobo chilla y cae jadeando a un lado.

Es claro que ha probado su punto y ahora el resto de los lobos lo ve de lejos, gruñendo pero sin atreverse a acercarse demasiado.

—Ahora tú… Tati… mi querida… vendrás conmigo— dice y me levanta de un jalón. Todo el cuerpo me duele, me siento aún mareada, mientras él me arrastra por el brazo, muy cerca su pistola de mí.

—¿A dónde vamos?— pregunto mientras veo una casa cerca y cuando llegamos ahí, él me mete a una habitación, empujándome.

Como casi todo en la manada, ahora mismo, está abandonada, sus habitantes deben haber huido cuando pudieron. Esto es tierra de nadie.

—¿Cómo es posible que estés aquí?— le pregunto.

Amanece lentamente y Andrés está en la habitación caminando de un lado a otro. No ha hecho nada más ni dicho nada más, y yo creo que definitivamente ha caído en la locura. No hay otra explicación.

A cada minuto que pasaba lo veía peor. Distaba mucho de ser el hombre que yo había conocido, aquel con el que solía salir y que me parecía divertido, aquel que inclusivamente pensé que era mucho para mí.

Sebastián le había hecho bastante daño y yo no supe más de él, me había olvidado completamente de Andrés.

Mi vida había cambiado tanto, no solo por meterme de lleno en el mundo de hombres lobos, sino porque yo misma empezaba a valorarme mucho más, y con dolor ahora mismo me preguntaba cómo pude salir con un hombre como él, rebajarme a mí misma a estar con él.

Aguantar sus comentarios despectivos hacia mí, sus maltratos, sus desdenes. Yo no merecía nada de eso. Ahora lo entendía.

—¿Te refieres a cómo sé de estas bestias, estar en su territorio? ¿A cómo logré lidiar con estos monstruos?— escuchaba a los lobos afuera, sin duda me perseguían también y aguardaban su momento para atacar, para llevarme a la diosa sabrá donde.

—Debiste haberte ido del pueblo…—le digo yo.