Una curvy para el Alfa romance Capítulo 31

—Maldición…— digo entre dientes.

—¡Sebastián! ¡No!— escucho el grito desesperado de ella y venía hacia mí sin importarle nada. Yo caía de rodillas.

—Estúpidos alfas creen que pueden con todo y se sienten superiores, pero son como todos…— decía el calvo con asco.

—Yo lo finalizo…— decía el hombre alto, tenía sangre en la cara y estaba golpeado, pero se sentía ganador.

Yo me sostenía, pero a duras penas. Y cuando menos lo esperé, Tatiana grito y le lanzó una piedra lo suficiente para distraerlo y yo con mis últimas fuerzas lo tomé por los hombros y le rompí el cuello, cayendo muerto al suelo.

—¡Vámonos de aquí!— gritó el calvo, quizás con temor a que llegar a alguien del pueblo, yo caí de forma pesada sobre el pavimento y ahora veía la cara de ella. Tatiana estaba angustiada y lloraba.

—Vas a estar bien….te recuperarás… ya verás— me repetía mientras yo levantaba mi mano para tomar su rostro.

—Dime por favor que estás bien— le decía yo en un hilo de voz y ya no escuchaba a Connor. Mi lobo había sido muy valiente y había luchado por su mate como correspondía, estaba muy orgulloso.

—Yo estoy bien, pero necesito que te cures y te repongas, ¡Vamos Sebastián!— decía ella gritando exaltada, presionando mi herida, buscando salvarme desesperadamente.

—Es imposible mate…el cuchillo estaba envenenado…— le decía yo a ella enseñándole el arma que había caído ya en el suelo. En sus ojos había pánico.

—Tiene que haber algo, no puede ser…— decía ella un preocupada.

Estábamos en la mitad de la noche y ahora yo me preocupaba que ella iba a quedar sola y expuesta con el cadáver de un hombre a sus pies.

Todavía tenía que protegerla, era un Alfa tonto que había metido bastante la pata. Uno se preocupa por su mate siempre y con las últimas de mis fuerzas llamé a David a través de nuestro enlace de la manda.

—Estoy herido David y Tatiana está en peligro, ven al pueblo inmediatamente— le dije y no tuve fuerzas de escuchar su respuesta.

—¡Sebastián Sebastián, por favor pelea!— decía ella con frenesí.

Presionaba mi herida ahora con su abrigo y gritando para que alguien la ayudara. Y no sé si eran mis últimos momentos con ella, pero sin duda no quería perderlos, no quería perderlos por nada del mundo. Levanté mi mano y acaricié su cabello.

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