Una curvy para el Alfa romance Capítulo 32

Tatiana

Yo había visto como todo pasaba en cámara lenta, en un momento los hombres me atacaban y después Sebastián venía a mi rescate. Yo sin duda, no estaba preparada para nada de esto y si bien había visto mucho como los hombres lobos entrenaban tan fuertes y decididos, siempre imaginé que podían con todo.

Y por unos minutos Sebastián lo había demostrado, su fuerza y su capacidad para atacar y combatir a estos hombres me había dejado impresionada.

Yo poco podía hacer, y lo intenté. Aunque que siempre decían que lo mejor para un mate era quedarse tranquilo, puesto que su compañero siempre iba a protegerlo. Sebastián era un alfa y yo una humana... posiblemente la relación menos balanceada en el mundo sobrenatural.

Así que cuando ese hombre me pegó yo sentí como mi visión se nublaba, pero pude escuchar el grito furioso de él y sabía que se había despertado una bestia. Pero así como toda esa fuerza se había desplegado de repente… venía ese cuchillo y lo hería… yo jamás imaginé tanto horror.

Sebastián estaba en mis brazos, yo apoyaba su cabeza en mi regazo y esperaba que él se curara…pero no lo hacía. Él me pedía perdón y me decía que la ayuda venía en camino y prácticamente se despedía… y yo no recuerdo haber sentido tanta angustia en mi vida.

Me negaba a escuchar esas palabras y cuando él perdió la conciencia me sentí impotente, luego aparecía David que daba la impresión de venir a solucionar todo.

—¡Maldición Sebastián responde! ¡Vamos!— gritaba él mientras veía las heridas de su Alfa.

Yo no me podía alejar de Sebastián y seguía sosteniendo su mano, esperando que volviera a abrir sus ojos. Me moría por volver a ver esos ojos azules mientras quería llorar. Sebastián se quejó suavemente y al menos respondía.

—Bien, Sebastián es fuerte, pero necesita recuperarse. Tenemos que moverlo— me dijo David y yo haría cualquier cosa que me dijera.

—A mi casa— sugerí rápidamente y el beta prácticamente se echó a su Alfa en los hombros y en unos minutos realmente angustiantes… estábamos en casa. Sebastián era un hombre inmenso, así que decidimos que lo mejor es dejarlo en el sofá.

—Tráeme agua caliente y algunas mantas— decía David mientras yo temblaba caminando a un lado a otro e hice todas las indicaciones que él me pedía.

—Tenemos que tratar esta herida como si fuera prácticamente una herida humana— decía David mientras colocaba un poco de medicamento y yo veía todo con angustia. Al cabo de un tiempo veía que la cara de Sebastián tomaba mejor color y que él murmuraba.

—Mate…mate—

—Parece que está un poco mejor— dice.

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