Una curvy para el Alfa romance Capítulo 35

Él se me queda viendo de arriba a abajo, detallando lo cómodo que estoy, descalzo, ropa informal. Tu sabes… un tipo relajado que parece vivir aquí.

Así es… yo estoy en casa de ella… y él no. Seguro ni llegó a entrar aquí. Ese maldito hombre.

—¿Qué haces en casa de mi novia?— dice gruñendo. ¿Qué? ¡Es un atrevido!

—¿Tu novia? Que yo sepa andabas con varias mujeres y querías aprovecharte de ella. Le dijiste que no eran nada serio…y tu perdida es mi ganancia. Es obvio que Tatiana se dio cuenta de que podía hacerlo mejor…— digo viéndolo con desprecio.

—¡Mentira! ¡Ella es mía! ¡Sigue siendo mía!— dice gruñendo y se ve ahora peor, como un niño malcriado.

—Shhh shhh no estoy para escuchar tus malcriadeces…— le digo de forma autoritaria y el hombrecito se queda callado de sopetón. Mejor.

—Y te vengo a decir de antemano que te olvides de ella. Tatiana es mía… mía y de nadie más. Si quieres disfrutar lo poco que te queda de salud… aléjate de ella. O iré por ti hombre… y lo que te hizo ese lobo será anda en comparación… — le digo colocándome erguido y sacando toda mi peor apariencia de Alfa aterrador.

—¿Sebastián? ¿Qué sucede?— la escucho a ella preguntarme desde la cocina.

—¡No te preocupes preciosa! ¡Es solo una basura perdida!— digo en voz alta para que ella escuche. Y vuelvo a ver a Andrés que está rojo de la furia.

El estúpido humano se veía muy valiente cuando iba a pelear con una mujer que lo apreciaba, pero delante de un hombre como yo, se veía acobardado, pero con todo y eso se atrevió a insultarla. Basura de verdad.

—¿Sabes qué?... ya quiero ver como todo esto termina. Estoy seguro de que ella te va a destruir como hizo conmigo... esa perra, con ese animal salvaje... una mujer frígida que no vale la pena. Ni un revolcón me dio… puedo conseguirme mujeres mejores. Más atractivas y en forma que esa gorda…— dice él con puro veneno y no puedo contenerme cuando de un solo movimiento, lo tomo del cuello de su camisa y lo levanto. El bastardo ni lo vio venir y se queda pataleando en el aire.

—Mira pedazo de porquería... te lo digo una última vez: aléjate de ella o no respondo por mis actos— le digo y lo lanzo contra el suelo y él cae como un desperdicio el cual es.

Lo veo rodar por las escaleras del porche y caer hasta el suelo. Me parece que otra visita al hospital será necesaria. Pero ese hombre, además de cirugía plástica, y un cambio de look… necesita un trasplante de cerebro.

—Me la pagarás... — dice él humillado, levantándose como puede, rabioso.

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