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Una curvy para el Alfa romance Capítulo 4

Tatiana

Tatiana

—¿Te vas? ¿Tan pronto? ¿Dónde estás viviendo? —preguntó de repente Sebastián, acercándose.

De nuevo, ¿y qué demonios le importa? Ni siquiera respondí, retomé mi camino y me alejé de él lo más rápido que pude, no quería estar cerca de él. Pero en segundos está a mi lado, como si nada, caminando. Él era más rápido, jamás le ganaría.

—Es mejor que te acompañe, puede ser peligroso —declaró.

Me quedé perpleja. ¡El peligro es él, descarado! ¡Él y sus amigotes los lobos! Me detengo, haciéndole entender que no quiero su compañía. Parece ansioso. Estaba demasiado colaborador: primero su camisa, ahora esto.

—Lo que pasó con Marco de Razzio no fue correcto. Lamento decir que los alfas fueron muy maleducados, y...

Dio un par de pasos más hacia mí, y yo retrocedí abruptamente.

—Estoy acostumbrada, no es diferente a cómo me han tratado los hombres lobo en el pasado —espeté.

Veo que mi respuesta no le gusta; parece angustiado, como si no supiera qué hacer.

—Tati, espera…no te vayas…

—Tatiana —respondí firme.

—¿Disculpa?

—Mi nombre es Tatiana —aclaré.

Él no es mi amigo ni alguien querido para mí como para llamarme como le plazca. Se queda otra vez mudo, que honestamente lo prefiero así. Su mirada va hacia mi cartera.

—Mi camisa te sirvió. Me alegro, y…

—Ahh, me queda más claro. ¿Me persigues porque quieres tu camisa de vuelta? —pregunté.

Él se queda con la boca abierta. Procedí a sacar la prenda de un tirón de mi bolso y se la lancé contra el pecho con toda mi fuerza. Se queda como congelado.

—Dejame adivinar. ¿Pensaste que me la iba a quedar? Claro, traidora, gorda y ladrona. ¿Qué otra cosa ibas a pensar? Pues te comento que simplemente quería lavarla antes de devolverla. Ya sabes, para que no quedara mi asqueroso olor a humana. Algunos tenemos modales —respondí, usando sus palabras del pasado.

—Jamás fue mi intención, lo juro —intenta explicar, frunciendo el ceño.

Intenciones, intenciones... El infierno está pavimentado de buenas intenciones. Luego ve que la manga de la camisa tiene una mancha de sangre y toma mi mano tan rápidamente que no puedo evitarlo, viendo la herida ya casi cerrada. Hasta yo había olvidado que me corté.

—¿Te duele? Deberías tapártela… Me temo que no te curás tan rápido y puede infectarse…

—Sí, lo sé. No soy un hombre lobo, solo una simple humana que puede morir de un rasguño. No que te importe, claro está —dije, alejé mi mano de él.

Parece lamentar sus palabras.

—Si no te molesta, ya estoy fuera de mi trabajo. No tengo por qué atenderte ni complacerte como si fueras un rey. Aquí ya no soy más tu mesera. Te pido que, por favor, me dejes en paz —resoplé y marché hacia mi casa apurada.

Lo escucho suspirar unos pasos detrás de mí, hasta que parece rendirse. Cuando entro, cierro la puerta con todas las llaves que tengo y busco a mis niños.

—¡Tati! —me saludan mis niños, pero veo que sus expresiones cambian—. ¿Por qué hueles a… alfa Sebastián? —pregunta Henry.

—Ufff… no sé ni por dónde comenzar. Involucra a unos alfas groseros, vino y una camisa prestada a la fuerza. Una serie de eventos desafortunados, se podría resumir —dije, después de darle besos a cada uno.

Pero cuando salí del baño y fui a la cocina, los vi con los pelos de punta. Marina no dejó de lanzar miradas hacia la ventana.

Pero ellos fingen que no pasa nada. La cena es extraña, están inusualmente callados. Debe ser cosa de hombres lobo. Realmente, cosas raras están pasando. Todo es culpa de la bendita reunión de los alfas, esos desgraciados, no me queda la menor duda. Pero ya pronto terminaría. Esos infelices se irían mañana mismo.

Para mi desgracia, a la mañana siguiente me encuentro con nuevas noticias. Horribles noticias.

—¡Tati! ¿No te enteraste? El alcalde organizó un encuentro empresarial por la llegada de estos empresarios. ¡Ni sabía que algo así existía! —comentó Mariela muy contenta.

—El pueblo estará en el mapa empresarial —indicó otra compañera, aplaudiendo.

—¡Más clientes!

No pude ocultar mi cara de horror. Sé que la diosa luna no me escuchará porque no tengo lobo, pero ¿en serio? ¿Era esto necesario? Dejen a nuestro pobre pueblo fuera del mapa, por favor.

Pero ya sería cosa del alcalde. Me iría a casa y sería problema de otro. El último día es una verdadera pesadilla. Razzio intentó boicotear mi trabajo todas las veces posibles. Cada vez sentía menos miedo y más molestia.

—Los rogues están fuera de control.

—El rey no responde.

—¿El rey de todos los lobos? Es un flojo —indicó otro.

—El Concilio tiene que ayudarnos, acabar con esto —escuché mientras pasaba de aquí a allá. Pensé que eran ideas mías, pero sentía la mirada de Sebastián a donde yo iba. David miraba de mí a su alfa a cada momento. Solo por hoy, todo termina hoy. Esta noche me acostaré en mi cama, feliz de que este infierno terminó. Cuando Gaby suelta otra bomba. ¡Que me lleve el diablo!

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