Una curvy para el Alfa romance Capítulo 40

Sebastián

Sabía cuando a ella le había costado acceder a esta cita, y si lo había logrado era porque en algún recóndito lugar de su cuerpo ella sentía el vínculo de mates, era la única explicación.

O… algo tiene que ver el éxtasis en el que estuvo ella hace un momento mientras yo la tocaba. Si, si…puede ser. Pero sea como sea, yo tenía que aprovechar mi oportunidad. Así que en lo que ella aceptó quedamos en que la cita sería mañana mismo.

El momento había sido glorioso para mí y por sus gritos y expresiones suponía que también para ella. Yo sentía ahora su perfume en mis labios y en mi cuerpo, y el éxtasis que yo había tenido había sido increíble.

No me gustó en lo absoluto el hecho de que ella, después de que tuviéramos la más silenciosa cena, se fuera a dormir rápidamente, luciendo incómoda y avergonzada, ¿qué tenía de vergonzoso lo que habíamos hecho?

¿Ella odiaría el hecho de que yo… le haya hecho sentir placer? La idea me descorazonaba. O… será que lo que dijo ese humano asqueroso era verdad... sería ella ¿virgen? Mi lobo deliraba con la idea de tenerla y aún más que ese momento especial fuera con nosotros.

—Vamos grandísimo tonto... la cita... la cita con mate es lo más importante. No se te ocurra meter la pata— me dijo Connor. Si no jugaba bien mis cartas podría ser la única. Y la idea me angustiaba tremendamente.

Por supuesto que estaba mucho mejor desde hace ya varios días, pero no quería alejarme de ella, me había recuperado gracias a mi lobo y a los cuidados de ella. Pero, no solo la necesitaba, sino que me preocupaba el hecho de dejarla sola.

—Maldición... tengo que realmente destacarme en esta cita— le digo a mi beta mientras vamos caminando por el pueblo averiguando qué ha sucedido con los rouges. Al aparecer… todo sigue tranquilo. No se investigó más, y no vimos nada raro. Inspeccionamos el bosque, los alrededores… nada.

—Primero que nada, felicitaciones has tomado el camino correcto, y no te preocupes por el pueblo, yo estaré vigilante. Parece que les diste un susto a esos hombres y seguramente se están reorganizando— me decía David.

—Tengo que ver no solamente a dónde llevarla, sino también donde nadie nos conozca ni me vean con ella— le digo y la expresión en su cara es de horror.

— Nadie puede saber que yo ando con una humana David…— le digo y él suspira.

—Pues tiene que haber algo que podamos hacer— dice él —¿Una cena en casa de ella?— pregunta, y yo niego.

—No, en lo absoluto. Ella merece más mucho más.... sin contar que soy un cocinero terrible— le digo y mientras hablamos con algunos de los pueblerinos nos comentan de un lugar especial con vista en el bosque, unos pueblos más allá.

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