Una curvy para el Alfa romance Capítulo 44

Sebastián

—¡Maldición!— susurraba mientras volvía a su casa. Rouges… tan cerca no era buena señal. ¡Será que no puedo siquiera proteger a mi mate! Suspiraba sintiéndome como un fracasado.

Yo creía que no había avanzado en absolutamente nada en la cita. Yo tenía toda la esperanza de que iba a resultar bien, íbamos a estar juntos ella y yo y todo iba a fluir.

—Ella es una humana Sebastián... las cosas no van a fluir tan rápidamente como si ella fuera o una mujer loba...— me decía Connor en mi cabeza.

Y aquí estaba quebrándome la cabeza, pensando en cómo puedo ayudarla, en cómo puedo convencerla... cuando pareciera que no puedo hacer nada bien. Me sentía como un inútil. No avanzaba en nada con ella.

Temía que no hubiese una verdadera oportunidad y que ella nunca me aceptara. Ella se veía nerviosa en la cena… y muy dentro de mí, sabía que ella no quería estar ahí conmigo. Y todo lo que me dijo tenía razón, y con todo y eso… ella fue lo suficientemente amable para no volver a sacar todos mis errores.

Pero la realidad es que ella no sería tan fácilmente aceptada en la manada, era considerada una traidora, y además no tenía un lobo. Y ella ni siquiera mencionó el tema de ser luna. Ella sin duda no quiere ni pensarlo, y yo tampoco sé si sería posible.

¿Cómo podría lograr enfrentar todas esas adversidades?

—El destino encontrará una manera, solamente tenemos que confiar— repetía mi lobo en mi cabeza una y otra vez. Claro… como no es él quien tiene que convencerla… lograr que confíe en mí, que me quiera, que me perdone. Todo parecía imposible.

Pero de lo que ella estaba completamente equivocada era de que no éramos el uno para el otro, y que de alguna manera ella era inadecuada. ¿Diciendo que era fuera de forma? Cuando la tenía aquí enfrente, observándola, mojada de la lluvia, aún con su vestido rojo... solo pensaba en tenerla.

Ella era perfecta.

Mi mate era toda curvas, delicias femeninas, pasión e inocencia. Ella no era consciente de todo lo que podía provocar en mí, del escandaloso deseo que me producía. Era sexy, sensual, era un pecado.

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