Una curvy para el Alfa romance Capítulo 72

Tatiana

Mi vida había tenido un comienzo complicado, pero ya había llegado la tranquilidad. Tenía mis pocas cosas, pero eran mías. Tenía mis rutinas, unas más agradables que otras.

Yo distaba de ser aquella chica que entraba a escondida a las habitaciones en la casa de la manada, para hacer la limpieza, completamente aterrada de que alguien la viera, de que alguien se riera, me empujaran, me atacaran. De los hijos del beta que me odiaban, de los niños de alto rango de la manada que me pateaban y tiraban al suelo.

Y una de esas rutinas felices era darle de comer a mis lobos. Eran animales salvajes, pero al no convertirse en humanos... me parecían sinceros y confiables. Mucho más que los hombres lobos. Algunos los veía y los reconocía por su pelaje. Los adoraba.

Mis hermanos no me quisieron enseñarme quién era el que habían matado. Pero no era necesario, a todos los adoraba por igual.

Lo habían dejado ahí, desangrándose en frente de mi casa. Creo que era algo que no iba a poder olvidar nunca. Sentía que era mi culpa y me rompía el corazón.

No tenía yo que ser muy inteligente para saber que eso era una clara amenaza, a mí como humana que se juntaba con hombres lobos. O… porque era la mate de Sebastián. Y ahora tenía mucho miedo de lo que podría pasarme.

Me extrañó cuando todos insistieron en que yo viniera a trabajar, y eso me ayudaba a no pensar en mis lobos. Sabía que Noemí me miraba a lo lejos, y que mis hermanos estarían en casa.

Hace ya un par de días que Sebastián no venía a verme, se había despedido e insistido que tenía que irse a ver cosas de la manada.

Y yo tenía que seguir con mi vida. Parecía que las cosas con él, cuando iban muy bien… terminaban muy mal.

—¡Hoy realmente sí que estamos a casa llena!— decía Mariela cuando teníamos un breve descanso. Habíamos tenido que extender nuestros turnos y realmente en el restaurante no cabía una persona más.

—¿Supongo que es algo bueno no? Tener tantos clientes ahora que el pueblo está cada vez más solo—

—Así es...— respondía yo y la verdad es que estábamos cada vez más repletos, especialmente de hombres fornidos, grandes como troncos. Hombres lobos, sin duda.

—Por cierto me parece haber visto a tu empresario papucho afuera... sin duda lo debes haber dejado muy encantado… el típico juego de hacerte la difícil. Muy bien jugado amiga… — dice yéndose sonriendo. Si ella supiera todo lo que ya hemos hecho.

Y yo no puedo ocultar como mi corazón da un pequeño salto de saber que Sebastián estaba cerca. Cuando me acercaba al bar de repente veía a Martín que venía a hablarme.

—Esta gente me parece muy sospechosa Tati... no sé, todo me da una mala espina— decía el chico viéndome.

—¿Escuchaste o viste algo?— le preguntaba yo. Me preocupaba que él sospechara sobre los hombres lobos, los humanos no deberíamos saber de ellos.

—Yo... escuché que... — decía él acercándose a mí y susurrándome al oído con nerviosismo.

—…que estaban buscando más personas que llevarse... hablaron específicamente de la granja del viejo Tom. Hace tiempo que está en venta, pero no sabía si la habían comprado... —

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