Hafid Aziz rió de buena gana al escuchar a Sylvia y después dijo con crueldad.
— ¿Quién te has creído muchachita? ¿Acaso no te has visto en un espejo?— su voz era amarga y cruel— ¡Tengo mujeres de verdad a mis pies, tu solo eres una pobre muchacha acabando de salir del colegio!
— ¿Y si tienes tantas mujeres, porque no le busca una madre a sus hijos entre esas bellezas?— dijo Sylvia con voz ácida.
—Porque ellas están para darme placer— dijo Hafid— dudo que tu siquiera sepas dar un beso.
— Tiene razón ni siquiera se dar un beso— dijo Sylvia— así que me imagino que nunca voy a tener que aprender con un amargado como usted.
— ¡Ni en mis peores pesadillas, te besaría niña!— dijo Hafid.
— ¡Ni yo a usted!— exclamó ella—tendrá que conformarse con tener a esta muchacha como madre de sus y hijos.
— Solo para eso has sido contratada, para ser la madre de mis hijos— dijo Hafid Aziz.
— ¿Y dónde están sus hijos?— preguntó Sylvia.
— Los conocerás en casa— dijo Hafid— vamos sígueme.
Ella se levantó y le siguió, éste hombre estaba acostumbrado a dar órdenes y a ser obedecido, Sylvia comprendió que a pesar de que serían la madre de los hijos de Hafid, solo era una empleada.
Subió al auto que era super lujoso, jamás se había subido a un auto como éste, el se sentó y de inmediato abrió una computadora portátil y no le dirigió una mirada más.
Llegó a un lugar como un aeropuerto dónde subieron a un avión y de allí, a la casa de Hafid Aziz, Sylvia al ver el lugar donde vivía éste hombre se quedó asombrada, aquello parecía un palacio.
Al entrar más sorpresa por el lujo que había en cada decoración del lugar, ella fue llevada hasta una habitación donde Hafid le habló a sus bebés de tres años y en una lengua extraña les dijo:
— Amira, Farid, ella es Sylvia, su madre.
Los niños vieron a su padre confundidos y él les dijo:
— ¡Saluden a su madre!
Ellos con timidez se acercaron a ella y primero la niña dijo:
— ¡Hola mamá! ¡Te extrañe!
—Yo también mi amor!— dijo Sylvia.
— ¡También yo te extrañé mamita!—dijo Farid.
Sylvia los abrazó y lágrimas de emoción corrían por sus mejillas, se sintió conmovida ante el cariño que le profesaba estos dos ángeles hermosos de los que se enamoró a primera vista.
— ¿Por qué lloras mamá?— preguntó Amira— ¿estás triste?
— ¡No mi niña, solo lloro por verlos!— dijo Sylvia.
Hafid miró la escena y un brillo extraño se vió en su mirada por unos segundos, le gustó cómo se desenvolvía ésta muchacha con sus hijos.
—¿Quieren salir a celebrar con mamá?— preguntó Hafid.
— ¡Siii! —se oyó la exclamación de los niños.
— ¡Vamos entonces, acompáñanos Sylvia!— celebraremos que por fin has llegado de viaje y ya no volverás a irte a ningún lado.
— ¡Si mamá, promete que no volverás a dejarnos solos!— dijo Farid.
— ¡Lo prometo!—dijo Sylvia llena de confusión ante lo que él presentaba ante sus ojos.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Una madre para mis hijos, una esposa para mi.